JESUCRISTO PORTADOR DEL AGUA DE LA VIDA
Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era”
INDICE
Prefacio
1. ¿Qué tipo de reflexión?
1.1. ¿Por qué ahora?
1.2. En la era de las comunicaciones
1.3. Contexto cultural
1.4. La Nueva Era y la fe católica
1.5. Un desafío positivo
2. La espiritualidad de la Nueva Era: visión general
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
2.2.3. Salud: una vida dorada
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio
2.3. Principios fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1. ...la persona humana?
2.3.4.2. ...Dios?
2.3.4.3. ...el mundo?
2.4. « ¿Habitantes del mito o de la historia? »: La Nueva Era y la
cultura
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha
difundido de manera tan eficaz?
3. La Nueva Era y la Espiritualidad Cristiana
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
3.3. El Cristo cósmico
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
3.5. El « dios interior » y la « theosis »
4. Nueva Era y fe Cristiana frente a frente
5. Jesucristo ofrece el agua de la vida
6. Indicaciones importantes
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
6.2. Iniciativas prácticas
7. Apéndice
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva Era
7.2. Glosario selecto
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
8. Recursos
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
8.2. Estudios cristianos
9. Bibliografía general
9.1. Algunos libros de la Nueva Era
9.2. Obras históricas, descriptivas y analíticas
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PREFACIO
Este estudio se ocupa del complejo fenómeno de la Nueva Era (New Age),
que influye en numerosos aspectos de la cultura contemporánea.
El estudio es un informe provisional. Es el fruto de la reflexión
común del Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos,
compuesto por miembros de diferentes dicasterios de la Santa Sede:
los Consejos Pontificios de la Cultura y para el Diálogo
Interreligioso, que son los redactores principales de este proyecto;
la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo
Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estas reflexiones van dirigidas principalmente a los encargados de
la labor pastoral a fin de que puedan explicar en qué difiere el
movimiento Nueva Era de la fe cristiana. El estudio invita a los
lectores a tener en cuenta la sed espiritual de muchas personas de
nuestro tiempo, que la espiritualidad de la Nueva Era trata de
colmar. Es preciso reconocer que el atractivo que ejerce la
religiosidad de la Nueva Era sobre algunos cristianos puede deberse
en parte a una falta de atención seria por parte de las propias
comunidades cristianas respecto a temas que, en realidad, son
elementos integrantes de la síntesis católica. Tales son, por
ejemplo, la importancia de la dimensión espiritual del hombre,
integrada en el conjunto de su existencia, la búsqueda del sentido
de la vida, la vinculación entre los seres humanos y el resto de la
creación, el deseo de una transformación personal y social, y el
rechazo de una visión racionalista y materialista de la humanidad.
La presente publicación subraya la importancia de comprender la
Nueva Era como corriente cultural, así como la necesidad de que los
católicos comprendan la auténtica doctrina y espiritualidad
católicas para valorar adecuadamente los temas de la Nueva Era. Los
dos primeros capítulos presentan la Nueva Era como una tendencia
cultural multifacética y proponen un análisis de los fundamentos
básicos de las ideas transmitidas en dicho contexto. A partir del
tercer capítulo se ofrecen algunas indicaciones para el estudio de
la Nueva Era, comparándola con el mensaje cristiano. Asimismo, se
ofrecen también algunas sugerencias de carácter pastoral.
Quienes deseen profundizar en el estudio de la Nueva Era encontrarán
referencias útiles en los apéndices. Es de esperar que esta obra
proporcione un estímulo para ulteriores estudios, adaptados a los
diferentes contextos culturales. Su objetivo consiste en fomentar el
discernimiento de quienes buscan puntos de referencia sólidos para
una vida más plena. Estamos convencidos de que en la búsqueda de
muchos de nuestros contemporáneos se puede descubrir una auténtica
sed de Dios. Como dijo el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos
de Estados Unidos: « Los pastores deben preguntarse sinceramente si
han prestado suficiente atención a la sed del corazón humano en
busca del “agua viva” que solo puede dar Cristo nuestro Redentor (cf.
Jn 3, 7-13) ». Lo mismo que él, queremos apoyarnos « en la novedad
perenne del mensaje evangélico y en su capacidad para transformar y
renovar a quienes lo aceptan » (AAS 864, 330).
1 ¿QUÉ TIPO DE REFLEXIÓN?
Las siguientes reflexiones tienen por objeto orientar a los
encargados de la predicación del Evangelio y de la enseñanza en la
Iglesia, en todos los niveles. Este documento no pretende
proporcionar un conjunto exhaustivo de respuestas a las múltiples
cuestiones suscitadas por la Nueva Era o por otros indicios
contemporáneos de la perenne búsqueda humana de felicidad, sentido y
salvación. Es una invitación a comprender la Nueva Era y a entablar
un diálogo con quienes se ven influidos por sus ideas. El documento
ayuda a los agentes de pastoral a comprender la espiritualidad de la
Nueva Era y a responder a la misma, ilustrando los puntos donde
dicha espiritualidad contrasta con la fe católica y refutando las
posturas propugnadas por los pensadores de la Nueva Era en oposición
a la fe cristiana. En realidad, lo que se exige a los cristianos es,
ante todo y sobre todo, estar fundamentados firmemente en su fe.
Sobre esta sólida base, pueden construir una vida que responda
positivamente a la invitación de la primera carta de san Pedro: « Si
alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza, estad dispuestos
a defenderla, pero con modestia y respeto, con buena conciencia » (1
Pt 3, 15s).
1.1. ¿Por qué ahora?
El comienzo del tercer milenio no sólo llega dos mil años después
del nacimiento de Cristo, sino también en una época en que los
astrólogos creen que la Era de Piscis –conocida para ellos como la
era cristiana– está tocando a su fin. Estas reflexiones se refieren
a la Nueva Era, que recibe su nombre de la inminente Era astrológica
de Acuario. La Nueva Era es uno de los muchos intentos de dar
sentido a este momento histórico con que la cultura (especialmente
la occidental) se ve bombardeada. Resulta difícil ver con claridad
qué hay de compatible e incompatible respecto al mensaje cristiano.
Por eso parece que es este el momento oportuno para ofrecer una
valoración cristiana del pensamiento de la Nueva Era y del
movimiento de la Nueva Era como conjunto.
Se ha dicho, y con razón, que en estos días muchas personas vacilan
entre la certeza y la incertidumbre, especialmente en lo que se
refiere a su identidad.1 Algunos dicen que la religión cristiana es
patriarcal y autoritaria, que las instituciones políticas son
incapaces de mejorar el mundo y que la medicina tradicional
(alopática) es sencillamente incapaz de curar eficazmente a las
personas. El hecho de que lo que en otros tiempos eran elementos
centrales de la sociedad se perciban actualmente como indignos de
confianza o carentes de verdadera autoridad, ha creado un clima en
el que las personas dirigen su mirada hacia el interior, hacía sí
mismas, en busca de sentido y de fuerza. Hay también una búsqueda de
instituciones alternativas que se espera puedan responder a sus
necesidades más profundas. La vida caótica y desestructurada de las
comunidades alternativas de los años setenta ha ido dando paso a una
búsqueda de disciplina y de estructuras, que son claramente los
elementos clave de los movimientos « místicos » inmensamente
populares. La Nueva Era resulta atractiva sobre todo porque mucho de
lo que ofrece sacia el hambre que con frecuencia las instituciones
oficiales dejan insatisfecha.
Aunque gran parte de la Nueva Era es una reacción frente a la
cultura contemporánea, en muchos aspectos se revela hija de esa
misma cultura. El Renacimiento y la Reforma han configurado el
individuo occidental moderno, que no se siente agobiado por cargas
externas, como la autoridad meramente extrínseca y la tradición. Hay
muchos que sienten cada vez menos la necesidad de « pertenecer » a
las instituciones (pese a lo cual, la soledad sigue siendo en gran
medida un azote de la vida moderna), y no se inclinan a dar a las
opiniones « oficiales » mayor valor que a las suyas propias. Con
este culto a la humanidad, la religión se interioriza, de manera que
se va preparando el terreno para una celebración de la sacralidad
del yo. Por eso la Nueva Era comparte muchos de los valores que
propugnan la cultura de la empresa y el « evangelio de la
prosperidad » (de los que se hablará más adelante: sección 2.4), así
como la cultura del consumidor, cuyo influjo puede verse claramente
en el número cada vez mayor de personas que afirman que es posible
conciliar el cristianismo y la Nueva Era, aceptando lo que les
parece mejor de uno y otra.2 Merece la pena recordar que las
desviaciones en el seno del cristianismo también han superado el
teísmo tradicional, al aceptar una vuelta unilateral al Yo, lo cual
favorecería esta fusión de enfoques diferentes. Lo que importa
señalar es que, en ciertas prácticas de la Nueva Era, Dios queda
reducido a una prolongación del progreso del individuo.
La Nueva Era atrae a personas imbuidas de los valores de la cultura
moderna. La libertad, la autenticidad, la autosuficiencia y otras
cosas por el estilo se consideran sagradas. Atrae a quienes tienen
problemas con estructuras de tipo patriarcal. « No requiere más fe o
más creencia que la necesaria para ir al cine »,3 y sin embargo
pretende saciar el apetito espiritual del hombre. Pero, y aquí se
halla la cuestión central, ¿qué se entiende exactamente por
espiritualidad en el ambiente de la Nueva Era? La respuesta es clave
para desentrañar algunas de las diferencias entre la tradición
cristiana y gran parte de lo que puede llamarse Nueva Era. Algunas
versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza y
buscan comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los
individuos, para ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y
sacar el máximo partido de sí mismos y de sus circunstancias. En la
mayor parte de los casos, resulta completamente fatalista. El
cristianismo, por su parte, es una invitación a dirigir la mirada
hacia el exterior, más allá, al « nuevo adviento » del Dios que nos
llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2. En la era de las comunicaciones
La revolución tecnológica de las comunicaciones en los últimos años
ha provocado una situación completamente nueva. La facilidad y la
velocidad con que hoy podemos comunicarnos es una de las razones por
las que la Nueva Era ha atraído la atención de personas de todas las
edades y ambientes. Muchos cristianos, sin embargo, no están seguros
de qué es en realidad. Internet, en particular, ha adquirido un
enorme influjo, especialmente en los jóvenes, que lo consideran un
medio agradable y fascinante para obtener información. Pero sobre
numerosos aspectos de la religión es un vehículo superficial de
desinformación: no todo lo que se presenta con la etiqueta de «
cristiano » o « católico » es de fiar, ni refleja la doctrina de la
Iglesia Católica. Al mismo tiempo, hay una notable expansión de las
fuentes de la Nueva Era que van desde cosas serias a lo ridículo.
Las personas necesitan, más aún, tienen derecho a una información
fidedigna sobre las diferencias entre el cristianismo y la Nueva
Era.
1.3. Contexto cultural
Cuando se examinan muchas de las tradiciones de la Nueva Era, en
seguida aparece claro que, en realidad, es poco que hay de lo nuevo
en la Nueva Era. El nombre parece haberse difundido a través de los
rosacruces y la francmasonería, en tiempos de las revoluciones
francesa y americana. Sin embargo, la realidad que denota es una
variante contemporánea del esoterismo occidental, que se remonta a
los grupos gnósticos surgidos en los primeros tiempos del
cristianismo y que se afianzaron en época de la Reforma en Europa.
Este gnosticismo se fue desarrollando junto con las nuevas visiones
científicas del mundo y adquirió una justificación racional a lo
largo de los siglos XVIII y XIX. Implicaba un progresivo rechazo del
Dios personal y se fue centrando en otras entidades que en el
cristianismo tradicional figuraban como intermediarias entre Dios y
la humanidad, con adaptaciones cada vez más originales de las
mismas, e incluso añadiendo otras. Una poderosa corriente de la
cultura occidental moderna que ha contribuido a difundir las ideas
de la Nueva Era es la aceptación general de la teoría evolucionista
de Darwin. Esto, junto con una atención centrada en los poderes o
fuerzas espirituales ocultas de la naturaleza, ha sido la columna
vertebral de lo que hoy se conoce como teoría de la Nueva Era. En
realidad, si la Nueva Era ha alcanzado un notable grado de
aceptación ha sido porque la cosmovisión en que se basa ya estaba
ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado por el
crecimiento y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o
indiferencia hacia la fe cristiana. Ha habido, además, un vivo
debate acerca de si, y en qué medida, se puede calificar la Nueva
Era como un fenómeno posmoderno. La existencia misma del pensamiento
y la práctica de la Nueva Era, así como su vitalidad, dan testimonio
del insaciable anhelo del espíritu humano en pos de la trascendencia
y del sentido religioso, algo que no es sólo un fenómeno cultural
contemporáneo, sino que ya se manifestaba en el mundo antiguo, tanto
cristiano como pagano.
1.4. La Nueva Era y la fe católica
Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la Nueva Era en
cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la naturaleza
humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la
revelación cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy
fuerte el atractivo de los enfoques « alternativos » a la
espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso
en casas de retiro, seminarios y centros de formación para
religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación
psicológica del individuo. Al mismo tiempo, hay una nostalgia y una
curiosidad crecientes por la sabiduría y los rituales de antaño, lo
cual explica en parte el notable aumento de la popularidad del
esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten especialmente
atraídos por lo que se conoce –correctamente o no– como «
espiritualidad » celta,5 o por las religiones de los pueblos
antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o sobre
religiones antiguas u orientales son un negocio floreciente y con
frecuencia reciben el apelativo de « Nueva Era » por razones de
carácter comercial. Pero los vínculos con dichas religiones no
siempre están claros. De hecho, con frecuencia se niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y de la
práctica de la Nueva Era no puede dejar de reconocer que, como el
gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de
compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como
heterodoxas. Juan Pablo II ha alertado respecto al « renacimiento de
las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No
debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una
renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar
la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un
profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra
sustituyéndola por palabras que son solamente humanas. La gnosis no
ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha
convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes
filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o
pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada
divergencia con lo que es esencialmente cristiano ».6 Un ejemplo de
esto puede verse en el eneagrama, –un instrumento para el análisis
caracterial según nueve tipos– que, cuando se utiliza como medio de
desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina y en la
vivencia de la fe cristiana.
1.5. Un desafío positivo
No debe subestimarse el atractivo de la religiosidad de la Nueva
Era. Cuando falta un conocimiento profundo de los contenidos de la
fe cristiana, algunos, pensando erróneamente que la religión
cristiana no es capaz de inspirar una espiritualidad profunda, la
buscan en otros lugares. A decir verdad, algunos dicen que la Nueva
Era se está quedando anticuada y hablan ya de la « próxima » era.7
Hablan de una crisis que comenzó a manifestarse en Estados Unidos a
comienzos de los años 1990, pero admiten que, especialmente fuera
del mundo de habla inglesa, tal « crisis » puede llegar más tarde.
Sin embargo, las librerías y las emisoras de radio, así como la
multitud de grupos de auto-ayuda en numerosas ciudades y capitales
occidentales, todos ellos parecen desmentir tal crisis. Parece que,
al menos por el momento, la Nueva Era sigue estando bien viva como
parte del actual panorama cultural.
El éxito de la Nueva Era presenta un desafío a la Iglesia. Muchos
piensan que la religión cristiana ya no les ofrece –o tal vez nunca
les proporcionó– algo que necesitaran realmente. La búsqueda que con
frecuencia conduce a una persona a la Nueva Era es un anhelo
auténtico: de una espiritualidad más profunda, de algo que les toque
el corazón, de un modo de hallar sentido a un mundo confuso y a
menudo alienante. Hay algo de positivo en las críticas que la Nueva
Era dirige al « materialismo de la vida cotidiana, de la filosofía e
incluso de la medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo, que se
niega a tener en cuenta las experiencias religiosas y
sobrenaturales; a la cultura industrial de un individualismo
desenfrenado, que inculca el egoísmo y se despreocupa de los demás,
del futuro y del medio ambiente ».8 Los problemas que plantea la
Nueva Era nacen más bien de lo que propone como respuestas
alternativas a las cuestiones vitales. Si no queremos que la Iglesia
sea acusada de permanecer sorda a los anhelos de los hombres, sus
miembros deben hacer dos cosas: afianzarse con mayor firmeza aún en
los fundamentos de su fe y escuchar el clamor, con frecuencia
silencioso, del corazón de los hombres, que les lleva a alejarse de
la Iglesia cuando no encuentran en ella respuestas satisfactorias.
En todo ello hay también una llamada a acercarse a Jesucristo y a
estar dispuestos a seguirle, ya que Él es el verdadero camino hacia
la felicidad, la verdad sobre Dios y la plenitud de vida para
cuantos estén dispuestos a responder a su amor.
2 LA ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA ERA
VISIÓN GENERAL
En muchas sociedades occidentales, y de manera creciente también en
otras partes del mundo, los cristianos con frecuencia entran en
contacto con diversos aspectos del fenómeno conocido como Nueva Era.
Muchos de ellos sienten la necesidad de entender cómo pueden
aproximarse de la mejor manera posible a algo tan seductor y, al
mismo tiempo, complejo, esquivo y en ocasiones perturbador. Estas
reflexiones intentan ayudar a los cristianos a hacer dos cosas:
– identificar los elementos del desarrollo de la tradición de la
Nueva Era;
– señalar los elementos incompatibles con la revelación cristiana.
Ésta es una respuesta pastoral a un desafío actual. No pretende
proporcionar una lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era,
ya que eso requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha
información está disponible en otros lugares. Es esencial intentar
comprender la Nueva Era correctamente para evaluarla con
imparcialidad y evitar crear una caricatura de la misma. Sería
insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con este
movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No
obstante, dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva
Era, en términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina
y la espiritualidad cristianas.
La Nueva Era no es un movimiento en el sentido en que normalmente se
emplea el término « Nuevo Movimiento Religioso », ni es lo que
normalmente se da a entender con los términos « culto » o « secta ».
Es mucho más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas
culturas, en fenómenos tan variados como la música, el cine,
seminarios, talleres, retiros, terapias, y en otros muchos
acontecimientos y actividades, si bien algunos grupos religiosos o
para-religiosos han incorporado conscientemente algunos elementos de
la Nueva Era, e incluso algunos han sugerido que esta corriente ha
sido fuente de inspiración para varias sectas religiosas y
para-religiosas.9 Sin embargo, la Nueva Era no es un movimiento
individual uniforme, sino más bien un entramado amplio de seguidores
cuyo característica consiste en pensar globalmente y actuar
localmente. Quienes forman parte del entramado no se conocen
necesariamente unos a otros y raramente se reúnen, si es que llegan
a hacerlo. Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al
usar el término « movimiento », algunos se refieren a la Nueva Era
como un « ambiente » (milieu)10 o un « culto de audiencia » (audience
cult).11 Sin embargo, también se ha señalado que « es una corriente
de pensamiento muy coherente »,12 un desafío deliberado a la cultura
moderna. Es una estructura sincretista que incorpora muchos
elementos diversos y que permite compartir intereses o vínculos en
grados distintos y con niveles de compromiso muy variados. Muchas
tendencias, prácticas y actitudes más o menos vinculadas la Nueva
Era, en realidad son parte de una reacción más amplia, fácilmente
identificable, frente a la cultura dominante, de modo que el término
« movimiento » no está completamente fuera de lugar. Puede aplicarse
a la Nueva Era en el mismo sentido en que se aplica a otros
movimientos sociales de vasto alcance, tales como el movimiento por
los derechos civiles o el movimiento por la paz. Igual que éstos,
abarca un impresionante conjunto de personas vinculadas a los
objetivos fundamentales del movimiento, pero sumamente diferentes
por la manera en que se vinculan a él y por el modo de entender
algunas cuestiones concretas.
La expresión « religión de la Nueva Era » es más controvertida, por
lo que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva Era es con
frecuencia una respuesta a preguntas y necesidades religiosas, que
ejerce su atracción sobre personas que tratan de descubrir o
redescubrir una dimensión religiosa en su vida. Evitar el término «
religión de la Nueva Era » no significa en modo alguno poner en
cuestión el carácter genuino de la búsqueda de significado y del
sentido de la vida por parte de esas personas. Respeta el hecho de
que muchos de quienes están dentro del movimiento Nueva Era
distinguen cuidadosamente entre « religión » y « espiritualidad ».
Muchos han rechazado la religión organizada, porque a su juicio no
ha logrado responder a sus necesidades y por ello se han dirigido a
otros lugares para encontrar « espiritualidad ». Más aún, en el
corazón de la Nueva Era está la creencia de que la época de las
religiones particulares ha pasado, por lo que referirse a ella como
a una religión sería contradecir su propia autocomprensión. No
obstante, se puede situar la Nueva Era en el contexto más amplio de
la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue creciendo.13
Hay un problema implícito en el presente texto. Tratando de entender
y evaluar algo que es esencialmente una exaltación de la riqueza de
la experiencia humana, inevitablemente se le objetará que jamás
podrá hacer justicia a un movimiento cultural cuya esencia es
precisamente romper con lo que se consideran los límites
restrictivos del discurso racional. En realidad, tiene por objeto
invitar a los cristianos a tomar en serio la Nueva Era y, como tal,
pide a quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con quienes se
aproximan al mismo mundo desde perspectivas muy diferentes.
La eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer milenio depende en
gran medida de la preparación de comunicadores eficaces del mensaje
evangélico. Lo que sigue es una respuesta a las dificultades
expresadas por muchos de quienes están en contacto con ese fenómeno
tan complejo y escurridizo conocido como la Nueva Era. Es un intento
de comprender qué es la Nueva Era y de identificar las preguntas a
las que ésta pretende ofrecer respuestas y soluciones. Hay ya
excelentes libros y otros materiales que analizan el fenómeno en su
conjunto o que explican aspectos particulares con gran detalle. Nos
referiremos a algunos de ellos en el apéndice. No obstante, no
siempre realizan el necesario discernimiento a la luz de la fe
cristiana. El propósito del presente texto es ayudar a los católicos
a encontrar una clave para entender los principios básicos que hay
tras el pensamiento de la Nueva Era, de modo que puedan valorar
cristianamente los elementos de la Nueva Era que encuentren.
Conviene recordar que muchas personas rechazan el término « Nueva
Era » y sugieren la expresión « espiritualidad alternativa » como
más correcta y menos restrictiva. También es verdad que muchos de
los fenómenos mencionados en este documento probablemente no lleven
ninguna etiqueta particular, pero se presupone, en aras de la
brevedad, que los lectores identificarán el fenómeno o conjunto de
fenómenos que pueden estar razonablemente vinculados con el
movimiento cultural general conocido habitualmente como Nueva Era.
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
Para muchos, el término « Nueva Era » se refiere a un momento
decisivo de la historia. Según los astrólogos, vivimos en la Era de
Piscis, que ha estado dominada por el cristianismo y que será
reemplazada por la nueva era de Acuario a comienzos del tercer
milenio.14 La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en el
movimiento de la Nueva Era, en gran medida a causa del influjo de la
teosofía, el espiritismo y la antroposofía, así como de sus
antecedentes esotéricos. Quienes subrayan el inminente cambio del
mundo expresan a menudo el deseo de dicho cambio, no tanto en el
mundo mismo cuanto en nuestra cultura, en nuestro modo de
relacionarnos con el mundo. Esto es especialmente manifiesto en
quienes acentúan la idea de un Nuevo Paradigma de vida. Es un
enfoque atractivo, puesto que en algunas de sus manifestaciones, los
hombres no son espectadores pasivos, sino que desempeñan un papel
activo en la transformación de la cultura y en la creación de una
nueva conciencia espiritual. En otras manifestaciones, se atribuye
un mayor poder a la progresión inevitable de los ciclos naturales.
En cualquier caso, la Era de Acuario es una visión, no una teoría.
Pero la Nueva Era es una tradición amplia, que incorpora muchas
ideas sin vinculación explícita con el cambio de la Era de Piscis a
la Era de Acuario. Entre ellas hay visiones moderadas, pero muy
generalizadas, de un futuro en el que habrá una espiritualidad
planetaria junto a las religiones individuales, instituciones
políticas planetarias que complementarán las locales, entidades
económicas globales más participativas y democráticas, una mayor
importancia de las comunicaciones y la educación, un enfoque mixto
de la salud que combinará la medicina profesional y la
auto-curación, una comprensión del yo más andrógina, y formas de
integrar la ciencia, la mística, la tecnología y la ecología. Una
vez más, esto demuestra el profundo deseo de una existencia
satisfactoria y saludable para la raza humana y para el planeta.
Entre las tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse:
las antiguas prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo
cristiano primitivo, el sufismo, las tradiciones de los druidas, el
cristianismo celta, la alquimia medieval, el hermetismo
renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.15
En esto consiste lo « nuevo » de la Nueva Era. Es un « sincretismo
de elementos esotéricos y seculares ».16 Se vincula a la percepción,
ampliamente difundida, de que el tiempo está maduro para un cambio
fundamental de los individuos, la sociedad y el mundo. Hay varias
expresiones de la necesidad de cambio:
– de la física mecanicista de Newton a la física cuántica;
– de la exaltación de la razón de la modernidad a una valoración del
sentimiento, la emoción y la experiencia (descrita a menudo como un
desplazamiento del pensamiento racional del « cerebro izquierdo » al
pensamiento intuitivo del « cerebro derecho »);
– de un dominio de la masculinidad y el patriarcado, a una
celebración de la feminidad en los individuos y en la sociedad.
En este contexto, se usa con frecuencia el término « cambio de
paradigma » (paradigm shift). A veces, claramente se presupone que
tal cambio no sólo es deseable, sino inevitable. El rechazo a la
modernidad, subyacente a este deseo de cambio, no es nuevo. Más bien
puede describirse como « un restablecimiento o “revival” moderno de
las religiones paganas con una mezcla de influjos tanto de las
religiones orientales como de la psicología, la filosofía, la
ciencia y la contracultura modernas, desarrolladas en los años
cincuenta y sesenta ».17 La Nueva Era no es sino un testigo de una
revolución cultural, una reacción compleja frente a las ideas y
valores dominantes en la cultura occidental, a pesar de lo cual su
crítica idealista es, paradójicamente, típica de la cultura que
critica.
Es preciso decir una palabra sobre la idea de cambio de paradigma.
La popularizó Thomas Kuhn, historiador americano de la ciencia, que
concibió el paradigma como « la constelación entera de creencias,
valores, técnicas, etc., compartidos por los miembros de una
comunidad dada ».18 Cuando se produce un desplazamiento de un
paradigma a otro, se trata de una transformación en bloque de la
perspectiva más que de un desarrollo gradual: en realidad, es una
revolución. Kuhn puso de relieve que los paradigmas rivales son
inconmensurables y no pueden coexistir. Por eso, afirmar que un
cambio de paradigma en el ámbito de la religión y de la
espiritualidad es simplemente una manera nueva de formular las
creencias tradicionales, constituye un error. Lo que sucede en
realidad es un cambio radical de cosmovisión, que pone en entredicho
no sólo el contenido, sino también la interpretación fundamental de
la visión anterior. Tal vez el ejemplo más claro de todo esto, por
lo que se refiere a la relación entre la Nueva Era y el
cristianismo, sea la reelaboración de la vida y el significado de
Jesucristo. Es imposible reconciliar estas dos visiones.19
Está claro que la ciencia y la tecnología han sido incapaces de
cumplir sus promesas de antaño, por lo que los hombres se han vuelto
hacia el ámbito espiritual en búsqueda de significado y de
liberación. Tal como ahora la conocemos, la Nueva Era procedía de la
búsqueda de algo más humano y más bello frente a la experiencia
opresora y alienante de la vida en la sociedad occidental. Sus
primeros exponentes, dispuestos a extender su mirada en esta
búsqueda, hicieron de ella un enfoque muy ecléctico. Podría ser uno
de los signos de la « vuelta a la religión », pero desde luego no es
una vuelta a las doctrinas y credos cristianos ortodoxos. Los
primeros símbolos de este « movimiento » que se introdujeron en la
cultura occidental fueron el conocido festival de Woodstock, en el
estado de Nueva York, en 1969, y el musical Hair, que expuso los
principales temas de la Nueva Era en su canción emblemática «
Aquarius ».20 Pero esto era tan sólo la punta de un iceberg cuyas
verdaderas dimensiones se han podido percibir sólo en una época
relativamente reciente. El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía
sobrevive en algunos sectores. Pero ahora ya no son los adolescentes
quienes están implicados principalmente. Los vínculos con la
ideología política de izquierdas se han desvanecido y las drogas
psicodélicas no tienen ya la importancia de entonces. Han sucedido
tantas cosas desde entonces que todo esto ya no resulta
revolucionario. Las tendencias « espirituales » y « místicas » que
antes se limitaban a la contracultura, hoy día forman parte
arraigada de la cultura dominante y afectan a facetas tan distintas
de la vida como la medicina, la ciencia, el arte y la religión. La
cultura occidental está ahora imbuida de una conciencia política y
ecológica más generalizada y todo este desplazamiento cultural ha
ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de las personas.
Algunos han sugerido que el « movimiento » Nueva Era es precisamente
ese gran cambio hacia lo que se considera « un género de vida
notablemente mejor ».21
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
Uno de los elementos más comunes de la espiritualidad de la Nueva
Era es la fascinación por las manifestaciones extraordinarias y en
particular por los seres paranormales. Las personas reconocidas como
médiums aseguran que su personalidad es poseída por otra entidad
durante el trance, un fenómeno de la Nueva Era conocido como «
channeling » (canalización), en el cual el médium puede perder el
control de su cuerpo y de sus facultades. Algunas personas que han
sido testigos de estos acontecimientos no dudarían en admitir que
las manifestaciones son efectivamente espirituales, pero no proceden
de Dios, a pesar del lenguaje de amor y luz que suele usarse casi
siempre... Probablemente sea más correcto referirse a ello como a
una forma contemporánea de espiritismo, más que a una espiritualidad
en sentido estricto. Otros amigos y consejeros del mundo del
espíritu son los ángeles (que se han convertido en centro de un
nuevo negocio de libros e imágenes). Cuando en la Nueva Era se habla
de ángeles, se hace de manera poco sistemática, pues las
distinciones en este ámbito no siempre se consideran útiles, sobre
todo si son demasiado precisas, ya que « hay muchos niveles de
guías, entidades, energías y seres en cada octava del universo...
Están allí para que los escojas y elijas según tus propios
mecanismos de atracción-repulsión ».22 Estos seres espirituales a
veces son invocados de manera « no religiosa » como una ayuda para
la relajación, con vistas a mejorar la toma de decisiones y el
control de la propia vida personal y profesional. Otra experiencia
de la Nueva Era, que aseguran poseer algunos que se autodefinen como
« místicos », consiste en la fusión con algunos espíritus que
enseñan a través de personas concretas. Algunos espíritus de la
naturaleza son descritos como energías potentes que existen en el
mundo natural y también en los « niveles interiores »: es decir,
aquellos a los que se accede mediante el uso de rituales, drogas y
otras técnicas para alcanzar estados de conciencia alterados. Está
claro que, al menos en teoría, la Nueva Era a menudo no reconoce
ninguna autoridad espiritual más allá de la experiencia personal
interior.
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos tan diversos como el Jardín de Findhorn y Feng Shui23
representan una diversidad de estilos que ilustran la importancia de
estar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. En la Nueva Era no
existe distinción entre el bien y el mal. Las acciones humanas son
fruto de la iluminación o de la ignorancia. De aquí que no podamos
condenar a nadie, y que nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la
existencia del mal sólo puede crear negatividad y temor. La
respuesta a la negatividad es el amor. Pero no del tipo que tiene
que traducirse en acciones; es más una cuestión de actitudes de la
mente. El amor es energía, una vibración de alta frecuencia; el
secreto de la felicidad y de la salud consiste en sintonizar con la
gran cadena del ser, de encontrar el propio puesto en ella. Los
maestros y las terapias de la Nueva Era afirman ofrecer la clave
para encontrar las correspondencias entre todos los elementos del
universo, de modo que uno pueda modular la tonalidad de su vida y
estar en armonía absoluta con los demás y con cuanto lo rodea, si
bien el trasfondo teórico varía de uno a otro.24
2.2.3. Salud: una vida dorada
La medicina formal (alopática) tiende en la actualidad a limitarse a
curar dolencias aisladas, concretas, y no logra una visión de
conjunto de la salud de la persona: esto ha provocado frecuentemente
una comprensible insatisfacción. La popularidad de las terapias
alternativas ha aumentado enormemente porque aseguran abarcar a la
persona en su totalidad y se dedican a sanar más que a curar. Como
es sabido, la sanidad holística se centra en el importante papel que
desempeña la mente en la curación física. Se dice que la conexión
entre los aspectos espirituales y físicos de la persona se encuentra
en el sistema inmunológico o en el sistema chakra hindú. Desde la
perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y el sufrimiento proceden
de una actuación contra la naturaleza. Cuando se está en sintonía
con la naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso una
prosperidad material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en
realidad no tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro
potencial humano nos pondrá en contacto con nuestra divinidad
interior y con aquellas partes de nuestro yo alienadas o suprimidas.
Esto se revela sobre todo en los Estados de Conciencia Alterados (Alterated
States of Consciuousness, ASCs), inducidos por las drogas o por
diversas técnicas de expansión de la mente, particularmente en el
contexto de la « psicología transpersonal ». Se suele considerar al
chamán como el especialista de los estados de conciencia alterados,
como aquel que es capaz de mediar entre los reinos transpersonales
de los dioses y los espíritus y el mundo de los humanos.
Hay una notable variedad de enfoques que promueven la salud
holística, derivados unos de antiguas tradiciones culturales,
conectados otros con las teorías psicológicas desarrolladas en
Esalen durante los años 1960-1970. La publicidad relacionada con la
Nueva Era cubre un amplio espectro de prácticas, tales como la
acupuntura, el biofeedback, la quiropráctica, la kinesiología, la
homeopatía, la iridología, el masaje y varios tipos de « bodywork »
(tales como ergonomía, Feldenkrais, reflexología, Rolfing, masaje de
polaridad, tacto terapéutico, etc.), la meditación y la
visualización, las terapias nutricionales, sanación psíquica, varios
tipos de medicina a base de hierbas, la sanación mediante cristales
(cristaloterapia), metales (metaloterapia), música (musicoterapia) o
colores (cromoterapia), las terapias de reencarnación y, por último
los programas en doce pasos y los grupos de auto-ayuda.25 Se dice
que la fuente de la sanación está dentro de nosotros mismos, que la
podemos alcanzar cuando estamos en contacto con nuestra energía
interior o con la energía cósmica.
En cuanto la salud incluye una prolongación de la vida, la Nueva Era
ofrece una fórmula oriental en términos occidentales.
Originariamente, la reencarnación formaba parte del pensamiento
cíclico hindú, basada en el atman o núcleo divino de la personalidad
(más tarde, el concepto de jiva), que se trasladaba de cuerpo a
cuerpo en un ciclo de sufrimiento (samsara), determinado por la ley
del karma, vinculado al comportamiento en las vidas pasadas. La
esperanza estriba en la posibilidad de nacer en un estado mejor o,
definitivamente, en la liberación de la necesidad de volver a nacer.
A diferencia de la mayoría de las tradiciones budistas, lo que vaga
de cuerpo en cuerpo no es un alma, sino un contínuum de conciencia.
En ambas tradiciones, la vida presente está encerrada en un proceso
cósmico potencialmente infinito, sin fin, que incluye incluso a los
dioses. En occidente, después de Lessing, la reencarnación se ha
entendido de manera mucho más optimista, como un proceso de
aprendizaje y de realización individual progresiva. El espiritismo,
la teosofía, la antroposofía y la Nueva Era ven la reencarnación
como una participación en la evolución cósmica. Este enfoque
postcristiano de la escatología se considera como la respuesta a las
cuestiones no resueltas por la teodicea y prescinde del concepto de
infierno. Cuando el alma se separa del cuerpo, los individuos pueden
volver la mirada hacia toda su vida hasta ese instante y cuando el
alma se une a su nuevo cuerpo se obtiene una visión anticipada de la
siguiente fase de la vida. Uno puede acceder a sus vidas anteriores
mediante los sueños y las técnicas de meditación.26
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio
Una de las preocupaciones centrales del movimiento Nueva Era es la
búsqueda de « totalidad ». Invita a superar todas las formas de «
dualismo », ya que dichas divisiones son un producto insalubre de un
pasado menos iluminado. Las divisiones que según los promotores de
la Nueva Era se deben superar, incluyen la diferencia real entre el
Creador y la creación, la distinción real entre el hombre y la
naturaleza o entre el espíritu y la materia, todas las cuales son
consideradas erróneamente como formas de dualismo. Se da por
supuesto que estas tendencias dualistas están basadas en definitiva
en las raíces judeocristianas de la civilización occidental, cuando
en realidad sería más acertado vincularlas al gnosticismo, y en
particular al maniqueísmo. A la revolución científica y al espíritu
del racionalismo moderno se los considera culpables especialmente de
la tendencia a la fragmentación que considera las unidades orgánicas
como mecanismos reducibles a sus componentes más pequeños, que
pueden explicarse a continuación en función de estos últimos, así
como de la tendencia a reducir el espíritu a la materia, de manera
que la realidad espiritual –incluyendo el alma– se convierte en mero
« epifenómeno » contingente de procesos esencialmente materiales. En
todas estas áreas, las alternativas de la Nueva Era reciben el
apelativo de « holísticas ». El holismo impregna todo el movimiento
Nueva Era, desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda
de la conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la
idea de un « entramado » global.
2.3. Principios fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
« Tanto la tradición cristiana como la fe laica en el progreso
ilimitado de la ciencia tuvieron que hacer frente a una grave
ruptura manifestada por primera vez en las revueltas estudiantiles
del 1968 ».27 La sabiduría de las viejas generaciones de repente se
quedó sin significado y sin respeto, mientras se desvanecía la
omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia ahora « tiene
que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a las
generaciones jóvenes ».28 La pérdida generalizada de confianza en
estos antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha
ido acompañada por un retorno inesperado de la religiosidad cósmica,
de rituales y creencias que muchos pensaban habían sido suplantados
por el cristianismo. Sólo que esta perenne corriente esotérica
subterránea en realidad nunca se había extinguido. En cambio,
resultaba nuevo en el contexto occidental el auge de la popularidad
de la religión asiática, bajo la influencia del movimiento teosófico
de finales del siglo XIX que « refleja la creciente conciencia de
una espiritualidad global que incorpora todas las tradiciones
religiosas existentes ».29
La eterna cuestión filosófica de la unidad y la multiplicidad tiene
su forma moderna y contemporánea en la tentación no sólo de superar
una división indebida, sino incluso también la diferencia y la
distinción reales. Su expresión más común es el holismo, ingrediente
esencial de la Nueva Era y uno de los principales signos de los
tiempos en el último cuarto del siglo XX. Se han invertido grandes
energías en el esfuerzo por superar la división en compartimentos
estancos característica de la ideología mecanicista, pero esto ha
provocado el sometimiento a un entramado global que adquiere una
autoridad cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el
proceso de transformación consciente y el desarrollo de la
ecología.30 La nueva visión, meta de la transformación consciente,
ha tardado en formularse y su puesta en práctica se ve obstaculizada
por formas de pensamiento más antiguas, a las que se considera
atrincheradas en el statu quo. En cambio, ha tenido un enorme éxito
la generalización de la ecología como fascinación por la naturaleza
y resacralización de la tierra, la Madre Tierra o Gaia, gracias al
celo misionero característico de los « verdes ». La raza humana como
conjunto es el agente ejecutivo de la Tierra y la armonía y
comprensión que se requieren para un gobierno responsable se va
entendiendo de manera progresiva como un gobierno global, con una
estructura ética global. Se considera que el calor de la Madre
Tierra, cuya divinidad penetra toda la creación, colma el vacío
entre la creación y el Padre-Dios trascendente del judaísmo y del
cristianismo, eliminando la posibilidad de ser juzgado por este
último.
En esta visión de un universo cerrado, que contiene a « Dios » y a
otros seres espirituales junto con nosotros, se descubre un
panteísmo implícito. Es éste un punto fundamental que impregna todo
el pensamiento y la actuación de la Nueva Era y que condiciona de
antemano cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto de
su espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario, que «
el hombre es esencialmente una criatura y como tal permanece para
siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo
humano en el Yo divino ».31
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
La matriz esencial del pensamiento de la Nueva Era ha de buscarse en
la tradición esotérico-teosófica que gozó de gran aceptación en los
círculos intelectuales europeos de los siglos XVIII y XIX. En
particular, tuvo vigencia en la francmasonería, el espiritismo, el
ocultismo y la teosofía, que compartían una especie de cultura
esotérica. En esta cosmovisión, el universo visible y el invisible
están vinculados por una serie de correspondencias, analogías e
influencias entre el microcosmos y el macrocosmos, entre los metales
y los planetas, entre los planetas y las diversas partes del cuerpo
humano, entre el cosmos visible y los ámbitos invisibles de la
realidad. La naturaleza es un ser vivo, atravesado por una red de
simpatías y antipatías, animado por una luz y un fuego secreto que
los seres humanos tratan de controlar. Las personas pueden conectar
con los mundos superior o inferior mediante su imaginación (órgano
del alma o espíritu), o bien recurriendo a mediadores (ángeles,
espíritus, demonios) o rituales.
Las personas pueden ser iniciadas en los misterios del cosmos, Dios,
o el yo, por medio de un itinerario espiritual de transformación. La
meta última es la gnosis, la forma superior de conocimiento,
equivalente a la salvación. Implica una búsqueda de la más antigua y
elevada tradición de la filosofía (lo que se llama, de modo
inapropiado, philosophia perennis) y de la religión (teología
primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de todas
las tradiciones « exotéricas » accesibles a todos. Las enseñanzas
esotéricas se transmiten de maestro a discípulo en un programa
gradual de iniciación.
Algunos ven el esoterismo del siglo XIX como algo totalmente
secularizado. La alquimia, la magia, la astrología y otros elementos
del esoterismo tradicional se habían integrado completamente con
aspectos de la cultura moderna, incluyendo la búsqueda de las leyes
causales, el evolucionismo, la psicología y el estudio de las
religiones. Alcanzó su forma más clara en las ideas de Helena
Blavatsky, una médium rusa que, junto con Henry Olcott, fundó la
Theosophical Society en Nueva York en 1875. Esta sociedad tenía por
objeto fundir elementos de las tradiciones orientales y occidentales
en una forma de espiritismo evolucionista. Tenía tres objetivos
principales:
1. « Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad,
sin distinción de raza, credo o color ».
2. « Promover el estudio comparativo de la religión, la filosofía y
la ciencia ».
3.
« Investigar las leyes desconocidas de la Naturaleza y los poderes
latentes del hombre ».
« El significado de estos objetivos... debería estar claro. El
primer objetivo rechaza implícitamente el “fanatismo irracional” y
el “sectarismo” del cristianismo tradicional tal como lo conciben
los espiritistas y los teósofos... Lo que no es inmediatamente
evidente en estos objetivos es que para los teósofos la “ciencia”
significaba las ciencias ocultas, y la filosofía, la occulta
philosophia. O que para ellos, las leyes de la naturaleza eran de
índole oculta o psíquica y esperaban que la religión comparativa
desvelase una “tradición primordial” modelada, en último término, a
partir de una philosophia perennis hermética ».32
Un componente destacado de los escritos de Madame Blavatsky era la
emancipación de la mujer, lo cual implicaba un ataque contra el Dios
« masculino » del judaísmo, del cristianismo y del Islam. Invitaba a
volver a la diosa madre del hinduismo y a la práctica de las
virtudes femeninas. Esta ideas continuaron bajo la guía de Annie
Besant, que se hallaba en la vanguardia del movimiento feminista. En
la actualidad, la Wicca (Véase el término en el glosario del
apartado n. 7) y la « espiritualidad de las mujeres » continúan esta
lucha contra el cristianismo « patriarcal ».
En su obra The Aquarian Conspiracy, « La conspiración del Acuario »,
Marilyn Ferguson dedicó un capítulo a los precursores de la Era de
Acuario, aquellos que habían tejido una visión transformadora basada
en la expansión de la conciencia y en la experiencia de la
autotrascendencia. Dos de los mencionados son el psicólogo americano
William James y el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. James definió
la religión como experiencia, no como dogma y enseñó que los seres
humanos pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de convertirse
en arquitectos de su propio destino. Jung puso de relieve el
carácter trascendente de la conciencia e introdujo la idea del
inconsciente colectivo, una especie de depósito de símbolos y
recuerdos compartidos con personas de diversas épocas y culturas
diferentes. Según Wouter Hanegraaff, ambos personajes contribuyeron
a la « sacralización de la psicología », que se ha convertido en un
elemento fundamental del pensamiento y de la práctica de la Nueva
Era. En efecto, Jung « no sólo psicologizó el esoterismo, sino que
también sacralizó la psicología, llenándola de los contenidos de la
especulación esotérica. El resultado fue un corpus de teorías que
permite hablar de Dios cuando en realidad se quiere decir la propia
psique, y hablar de la propia psique cuando en realidad se quiere
decir lo divino. Si la psique es “mente”, y Dios también es “mente”,
entonces hablar de una cosa significa hablar de la otra ».33 A la
acusación de haber « psicologizado » el cristianismo responde que «
la psicología es el mito moderno y sólo podemos entender la fe en
estos términos ».34 Ciertamente, la psicología de Jung arroja luz
sobre muchos aspectos de la fe cristiana, especialmente sobre la
necesidad de enfrentarse a la realidad del mal. Pero sus
convicciones religiosas son tan diferentes a lo largo de las
diversas etapas de su vida, que la imagen de Dios que se desprende
es sumamente confusa. Un elemento central de su pensamiento es el
culto al sol, donde Dios es la energía vital (libido) del interior
de la persona.35 Según afirmó él mismo « esta comparación no es un
mero juego de palabras ».36 Este es « el dios interior » al que se
refiere Jung, la divinidad esencial que creía existía en todo ser
humano. El camino hasta el universo interior pasa a través del
inconsciente y la correspondencia del mundo interior con el exterior
reside en el inconsciente colectivo.
La tendencia a intercambiar la psicología y la espiritualidad fue
retomada por el Movimiento del Potencial Humano cuando éste se
desarrolló a finales de los años sesenta en el Instituto Esalen de
California. La psicología transpersonal, fuertemente influida por
las religiones orientales y por Jung, ofrece un camino contemplativo
donde la ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se pone
en la corporeidad, la búsqueda de métodos para expandir la
conciencia y el cultivo de los mitos del inconsciente colectivo eran
todos acicates para buscar al « Dios interior » dentro de uno mismo.
Para realizar el propio potencial había que ir más allá del ego
individual a fin de convertirse en el dios que uno es en lo más
hondo de sí mismo. Esto se podía llevar a cabo escogiendo la terapia
adecuada: la meditación, las experiencias parapsicológicas, el uso
de drogas alucinógenas. Todos estos eran los caminos para lograr «
experiencias cumbre », experiencias « místicas » de fusión con Dios
y con el cosmos.
El símbolo de Acuario, tomado de la mitología astrológica, llegó a
convertirse en la expresión del deseo de un mundo radicalmente
nuevo. Los dos centros que constituían el centro propulsor inicial
de la Nueva Era (y que siguen siéndolo hasta cierto punto) eran la
Comunidad-Jardín de Findhorn, en el nordeste de Escocia, y el Centro
para el Desarrollo del Potencial Humano de Esalen, en Big Sur,
California, en los Estados Unidos. Sin embargo, lo que más alimenta
la difusión de la Nueva Era es el desarrollo de una progresiva
conciencia global y la percepción creciente de una crisis ecológica
inminente.
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
La Nueva Era no es una religión propiamente dicha, pero se interesa
por lo que se denomina « divino ». La esencia de la Nueva Era es la
libre asociación de diversas actividades, ideas y personas, a las
que se podría aplicar esta denominación. No existe, en efecto, una
sola articulación de doctrinas parecida a la de las grandes
religiones. A pesar de ello, y a pesar de la enorme variedad que hay
en la Nueva Era, existen ciertos puntos comunes:
– el cosmos se ve como un todo orgánico;
– está animado por una Energía, que también se identifica con el
Alma divina o Espíritu;
– se cree en la mediación de varias entidades espirituales: los
seres humanos son capaces de ascender a esferas superiores
invisibles y de controlar sus propias vidas más allá de la muerte;
– se defiende la existencia de un « conocimiento perenne » que es
previo y superior a todas las religiones y culturas;
– las personas siguen a maestros iluminados...
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1. ...la persona humana?
La Nueva Era implica una creencia fundamental en la perfectibilidad
de la persona humana mediante una amplia variedad de técnicas y
terapias (en contraposición con la idea cristiana de cooperación con
la gracia divina). Existe una coincidencia de fondo con la idea de
Nietzsche de que el cristianismo ha impedido la manifestación plena
de la humanidad genuina. En este contexto, la perfección significa
alcanzar la propia realización según un orden de valores que
nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias
fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta
óptica, hay más diferencia entre los humanos tal como son ahora y
como serán cuando hayan realizado su potencial, que la que existe
actualmente entre los humanos y los antropoides.
Resulta útil distinguir entre el esoterismo, o búsqueda de
conocimiento, y la magia, u ocultismo: esta última es un medio para
obtener poder. Algunos grupos son a la vez esotéricos y ocultistas.
En el centro del ocultismo hay una voluntad de poder basada en el
sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de la mente
tienen por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando
ese poder, preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta
exaltación de la humanidad, cuya forma extrema es el satanismo,
subvierte la correcta relación entre el Creador y la criatura. Satán
se convierte en el símbolo de una rebelión contra las convenciones y
las reglas, símbolo que con frecuencia adopta formas agresivas,
egoístas y violentas. Algunos grupos evangélicos han manifestado su
preocupación por la presencia subliminal de lo que consideran
simbolismo satánico en algunas variedades de música rock, que
ejercen una profunda influencia en los jóvenes. En cualquier caso,
dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en el
Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la
exaltación de la humanidad cuando implica la negación de un Dios
trascendente.
Pero no se trata solamente de algo que afecte a los jóvenes. Los
temas básicos de la cultura esotérica también están presentes en los
ámbitos de la política, la educación y la legislación.37 Esto se
aplica especialmente a la ecología. Su fuerte acentuación del
biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la
cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente
superior a las demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña
hoy un papel destacado en la legislación y en la educación, a pesar
de que de este modo infravalora al ser humano. La misma matriz
cultural esotérica puede hallarse en la teoría ideológica subyacente
a la política de control de la natalidad y los experimentos de
ingeniería genética, que parecen expresar el sueño humano de
re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este sueño descifrando el
código genético, alterando las reglas naturales de la sexualidad y
desafiando los límites de la muerte.
En lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva Era, las
personas nacen con una chispa divina, en un sentido que recuerda el
gnosticismo antiguo. Esta chispa las vincula a la unidad del Todo,
por lo que son esencialmente divinas, si bien participan de la
divinidad cósmica según distintos niveles de conciencia. Somos co-creadores
y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores de la Nueva Era
sostienen que somos nosotros quienes elegimos las circunstancias de
nuestra vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra propia
salud). En esta visión, cada individuo es considerado fuente
creadora del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para
comprender plenamente dónde encajamos dentro de la unidad del
cosmos. El viaje es la psicoterapia y el reconocimiento de la
conciencia universal, la salvación. No existe el pecado; sólo hay
conocimiento imperfecto. La identidad de cada ser humano se diluye
en el ser universal y en el proceso de sucesivas encarnaciones. Los
hombres están sometidos al influjo determinante de las estrellas,
pero pueden abrirse a la divinidad que vive en su interior, en una
búsqueda continua (mediante las técnicas apropiadas) de una armonía
cada vez mayor entre el yo y la energía cósmica divina. No se
necesita Revelación o Salvación alguna que lleguen a las personas
desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente experimentar la
salvación escondida en el propio interior (auto-salvación),
dominando las técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación
definitiva.
Algunas etapas del camino hasta la auto-redención son preparatorias
(la meditación, la armonía corporal, la liberación de energías de
auto-sanación). Son el punto de partida para procesos de
espiritualización, perfección e iluminación que ayudan a las
personas a adquirir mayor autocontrol y una concentración psíquica
en la « transformación » del yo individual en « conciencia cósmica
». El destino de la persona humana es una serie de encarnaciones
sucesivas del alma en cuerpos distintos. Esto se entiende no como el
ciclo de samsara, en el sentido de purificación como castigo, sino
como una ascensión gradual hacia el desarrollo perfecto del propio
potencial.
La psicología se utiliza para explicar la expansión de la mente como
experiencia « mística ». El yoga, el zen, la meditación
trascendental y los ejercicios tántricos conducen a una experiencia
de plenitud del yo o iluminación. Se cree que las « experiencias
cumbre » (volver a vivir el propio nacimiento, viajar hasta las
puertas de la muerte, el biofeedback, la danza e incluso las drogas,
cualquier cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado)
conducen a la unidad y a la iluminación. Como sólo hay una Mente,
algunas personas pueden ser canales, cauces para los seres
superiores. Cada parte de este único ser universal está en contacto
con todas las demás partes. El enfoque clásico de la Nueva Era es la
psicología transpersonal, cuyos conceptos básicos son la Mente
Universal, el Yo Superior, el inconsciente colectivo y personal y el
ego individual. El Ser Superior es nuestra identidad real, un puente
entre Dios como Mente divina y la humanidad. El desarrollo
espiritual consiste en el contacto con el Ser Superior, que supera
todas las formas de dualismo entre el sujeto y el objeto, la vida y
la muerte, la psique y el soma, el yo y los aspectos fragmentarios
de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como una sombra o
un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los
recuerdos de las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2. ...Dios?
La Nueva Era muestra una notable preferencia por las religiones
orientales o precristianas, a las que se considera incontaminadas
por las distorsiones judeocristianas. De aquí el gran respeto que
merecen los antiguos ritos agrícolas y los cultos de fertilidad. «
Gaia », la Madre Tierra, se presenta como alternativa a Dios Padre,
cuya imagen se ve vinculada a una concepción patriarcal del dominio
masculino sobre la mujer. Se habla de Dios, pero no se trata de un
Dios personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es ni personal
ni trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo,
sino una « energía impersonal », inmanente al mundo, con el cual
forma una « unidad cósmica »: « Todo es uno ». Esta unidad es
monista, panteísta o, más exactamente, panenteísta. Dios es el «
principio vital », « el espíritu o alma del mundo », la suma total
de la conciencia que existe en el mundo. En cierto sentido, todo es
Dios. Su presencia es clarísima en los aspectos espirituales de la
realidad, de modo que cada menteespíritu es, en cierto sentido,
Dios.
La « energía divina », cuando es recibida conscientemente por los
seres humanos, suele describirse como « energía crística ». También
se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. «
Cristo » es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado
de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por
tanto, pretender ser « Maestro universal ». Jesús de Nazaret no fue
el Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras históricas
en las que se reveló esa naturaleza « crística », al igual que Buda
y otros. Cada realización histórica del Cristo muestra claramente
que todos los seres humanos son celestes y divinos y los conduce
hacia esa realización.
El nivel más íntimo y personal (« psíquico ») en el que los seres
humanos « oyen » esta « energía cósmica divina » se llama también «
Espíritu Santo ».
2.3.4.3. ...el mundo?
El paso del modelo mecanicista de la física clásica al « holístico »
de la moderna física atómica y subatómica, basado en la concepción
de la materia como ondas o quantos de energía en lugar de
partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era. El
universo es un océano de energía que constituye un todo único o
entramado de vínculos. La energía que anima al organismo único del
universo es el « espíritu ». No hay alteridad entre Dios y el mundo.
El mundo mismo es divino y está sometido a un proceso evolutivo que
lleva de la materia inerte a una « conciencia superior y perfecta ».
El mundo es increado, eterno y autosuficiente. El futuro del mundo
se basa en un dinamismo interno, necesariamente positivo, que
conduce a la unidad reconciliada (divina) de todo cuanto existe.
Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y
tierra son una única e inmensa vibración de energía.
El libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma que « todo
el ámbito de la materia viva de la tierra, desde las ballenas hasta
los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse
como una única entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera de
la tierra para adaptarla a sus necesidades generales y dotada de
facultades y poderes que superan con mucho los de sus partes
constitutivas ».38 Para algunos, la hipótesis Gaia es « una extraña
síntesis de individualismo y colectivismo. Parece como si la Nueva
Era, tras haber arrancado a las personas de la política
fragmentaria, estuviera deseando arrojarlas a la gran marmita de la
mente global ». El cerebro global necesita instituciones con las
cuales gobernar, en otras palabras, un gobierno mundial. « Para
afrontar los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una
aristocracia espiritual al estilo de la República de Platón,
dirigida por sociedades secretas... ».39 Acaso sea un modo exagerado
de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas de que el
elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de
la política internacional.
Todo cuanto hay en el universo esta interrelacionado. En efecto,
cada parte es en sí misma una imagen de la totalidad. El todo está
en cada cosa y cada cosa en el todo. En la « gran cadena del ser »,
todos los seres están íntimamente vinculados y forman una sola
familia con diferentes grados de evolución. Toda persona humana es
un holograma, una imagen de la creación entera, en la cual cada cosa
vibra con su propia frecuencia. Cada ser humano es una neurona del
sistema nervioso central y todas las entidades individuales se
hallan en relación de complementariedad unas con otras. En realidad,
hay una complementariedad o androginia interna en toda la
creación.40
Uno de los temas recurrentes en los escritos y en el pensamiento de
la Nueva Era es el « nuevo paradigma » que ha puesto de manifiesto
la ciencia contemporánea. « La ciencia nos ha permitido una visión
de la totalidad y de los sistemas, nos ha dado estímulo y
transformación. Estamos aprendiendo a comprender las tendencias, a
reconocer los signos iniciales de un paradigma más prometedor.
Creamos panoramas alternativos del futuro. Comunicamos los fallos de
los viejos sistemas y forzamos nuevos contextos para resolver
problemas en todas las áreas ».41 Hasta aquí, el « cambio de
paradigma » es un cambio radical de perspectiva, pero nada más. La
cuestión es saber si pensamiento y cambio real serán proporcionados
y si puede demostrarse la eficacia que tendría una transformación
interior sobre el mundo exterior. Es obligado preguntarse, aun sin
expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede considerarse
científico un proceso mental que incluye afirmaciones como ésta: «
La guerra es inconcebible en una sociedad de personas autónomas que
han descubierto la interconexión de toda la humanidad, que no temen
ideas extrañas ni culturas extranjeras, que saben que todas las
revoluciones comienzan en el interior y que no se puede imponer el
propio tipo de iluminación a nadie ».42 No es lógico deducir que,
puesto que algo es inconcebible, no podrá suceder. Este es el tipo
de razonamiento típicamente gnóstico, en el sentido de que confiere
demasiado peso al conocimiento y a la conciencia. Y esto no
significa negar el papel fundamental y crucial del desarrollo de la
conciencia en los descubrimientos científicos y en el proceso
creativo, sino sencillamente alertar contra la posibilidad de
imponer sobre la realidad exterior lo que hasta el momento sólo está
en la mente.
2.4. « ¿Habitantes del mito o de la historia? »:43 La Nueva Era y la
cultura
« En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene que ver con el
interés por el yo, su valor, sus capacidades y problemas, que la
cultura actual fomenta. Mientras que la religiosidad tradicional,
con su organización jerárquica se adapta bien a la comunidad, la
espiritualidad no tradicional se adapta bien al individuo. La Nueva
Era es “del” yo en la medida en que fomenta la celebración de lo que
ha de ser y devenir; y es “para” el yo en la medida en que, al
diferenciarse de lo establecido, está en una situación capaz de
afrontar los problemas generados por las formas de vida
convencionales ».44
El rechazo a la tradición en su forma patriarcal, jerárquica, tanto
social como eclesial, conlleva la búsqueda de una forma alternativa
de sociedad, inspirada claramente en el concepto moderno del yo.
Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no se puede hacer nada
(directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de hacer todo
para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se
entiende como la manera (indirecta) de cambiar el mundo. El
instrumento más importante para el cambio social es el ejemplo
individual. El reconocimiento universal de tales ejemplos personales
llevará paulatinamente a la transformación de la mente colectiva,
transformación que será el logro más importante de nuestro tiempo.
Esto forma parte, claramente, del paradigma holístico y constituye
una nueva formulación de la clásico problema filosófico de la unidad
y la pluralidad. También está relacionada con el planteamiento
jungiano de la correspondencia y el rechazo de la causalidad. Los
individuos son representaciones fragmentarias del holograma
planetario; mirando al propio interior, no sólo se conoce el
universo, sino que también es posible cambiarlo. Sólo que cuanto más
se mira al interior, más pequeño se torna el escenario político. Es
difícil saber si este planteamiento puede encajar con la retórica de
la participación democrática en un nuevo orden planetario, o si por
el contrario se trata de una manera inconsciente y sutil de privar
de poder a las personas, dejándolas a merced de la manipulación. La
actual preocupación por los problemas planetarios (los temas
ecológicos, el agotamiento de los recursos naturales, el exceso de
población, la diferencia económica entre norte y sur, el enorme
arsenal nuclear, la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el
compromiso con otras cuestiones políticas y sociales igualmente
acuciantes? El antiguo adagio « la caridad bien entendida empieza
por uno mismo » puede proporcionar un sano equilibrio a la manera de
abordar dichos temas. Algunos observadores de la Nueva Era detectan
un autoritarismo siniestro detrás de la aparente indiferencia
respecto a la política. El mismo David Spangler señala que una de
las sombras de la Nueva Era es « una capitulación sutil frente a la
impotencia y la irresponsabilidad esperando que llegue la Nueva Era
en vez de ser creadores activos de plenitud en la propia vida ».45
Sería ciertamente exagerado afirmar que el quietismo es general en
las actitudes de la Nueva Era. Con todo, una de las principales
críticas al movimiento Nueva Era es que la búsqueda individualista
de la propia realización en el fondo puede actuar en contra de una
sólida cultura religiosa. A este propósito, conviene destacar tres
puntos:
– Cabe preguntarse si la Nueva Era posee coherencia intelectual para
proporcionar una imagen completa del mundo a partir de una
cosmovisión que pretende integrar la naturaleza y la realidad
espiritual. La Nueva Era ve el universo occidental escindido a causa
de las categorías de monoteísmo, trascendencia, alteridad y
separación. Descubre un dualismo fundamental en divisiones como las
que hay entre real e ideal, relativo y absoluto, finito e infinito,
humano y divino, sacro y profano, pasado y presente, que remiten
todas a la « conciencia infeliz » de Hegel y son responsables de una
situación considerada trágica. La respuesta de la Nueva Era es la
unidad mediante la fusión: pretende reconciliar alma y cuerpo,
femenino y masculino, espíritu y materia, humano y divino, tierra y
cosmos, trascendente e inmanente, religión y ciencia, las
diferencias entre las religiones, el Yin y el Yang. Ya no hay, pues,
alteridad. Lo que queda, en términos humanos, es la
transpersonalidad. El mundo de la Nueva Era no es problemático: no
queda nada por alcanzar. Pero la cuestión metafísica de la unidad y
la pluralidad sigue sin respuesta, tal vez sin plantearse siquiera;
se lamentan los efectos de la desunión y de la división, pero la
respuesta es una descripción de cómo aparecerían las cosas en otra
óptica.
– La Nueva Era importa fragmentariamente prácticas religiosas
orientales y las reinterpreta para adaptarlas a los occidentales.
Esto implica un rechazo del lenguaje del pecado y de la salvación,
sustituido con el lenguaje moralmente neutro de la dependencia y la
recuperación. Las referencias a las influencias extraeuropeas son a
veces una mera « pseudo-orientalización » de la cultura occidental.
Además, difícilmente se trata de un diálogo auténtico. En un
ambiente donde las influencias grecorromanas y judeocristianas
resultan sospechosos, las orientales se utilizan precisamente porque
son una alternativa a la cultura occidental. La ciencia y la
medicina tradicionales son consideradas inferiores a los enfoques
holísticos, e igual sucede con las estructuras patriarcales y
particulares en la política y en la religión. Todas estas cosas
serán obstáculos para la venida de la Era de Acuario. Una vez más,
está claro que, en realidad, optar por las alternativas de la Nueva
Era implica una ruptura total con la tradición de origen. Habría que
preguntarse si realmente es una actitud tan madura y tan liberada
como se suele pensar.
– Las tradiciones religiosas auténticas promueven la disciplina con
el objetivo último de adquirir sabiduría, ecuanimidad y compasión.
La Nueva Era refleja el anhelo profundo e inextinguible que hay en
la sociedad de una cultura religiosa íntegra, de una visión más
general e iluminadora de lo que los políticos suelen ofrecer. Pero
no está claro si los beneficios de una visión basada en la
permanente expansión del yo son para los individuos o para las
sociedades. Los cursos de formación de la Nueva Era (lo que solía
llamarse « Cursos de Formación Erhard » Erhard Seminar Trainings
[EST], etc.) conjugan los valores contraculturales con la necesidad
de triunfar, la satisfacción interior con el éxito externo. El curso
de retiro « Espíritu de los Negocios » de Findhorn transforma la
experiencia del trabajo con el fin de aumentar la productividad.
Algunos adeptos de la Nueva Era se adhieren a ella no sólo para ser
más auténticos y espontáneos, sino también para enriquecerse
(mediante la magia, etc.). « Los cursos de formación la Nueva Era
tienen también resonancias de ideas en cierto modo más humanistas
que las extendidas en el mundo de los negocios, lo que hace que al
hombre de negocios con mentalidad empresarial le resulten más
atractivos. Las ideas tienen que ver con el lugar de trabajo, como
“un entorno de aprendizaje”, que “humaniza el trabajo”, “humaniza al
jefe”, donde “las personas son lo primero” o “se libera el
potencial”. Tal como las presentan los formadores de la Nueva Era,
es probable que atraigan a los hombres de negocios que ya han
participado en otros cursos de formación de corte humanista (laico)
y que quieren dar un paso más: interesados en su crecimiento
personal, su felicidad y su entusiasmo y al mismo tiempo en su
productividad económica ».46 Así, está claro que las personas
involucradas buscan realmente sabiduría y ecuanimidad en beneficio
propio, pero ¿en qué medida las actividades en que participan les
capacitan para trabajar por el bien común? Aparte de la cuestión de
la motivación, todos estos fenómenos deben ser juzgados por sus
frutos, y la pregunta que hay que plantearse es si promueven el yo o
promueven la solidaridad, no sólo con las ballenas, los árboles o
personas de mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación:
incluyendo a la humanidad entera. Las peores consecuencias de toda
filosofía del egoísmo, tanto si es adoptada por las instituciones
como por amplios sectores sociales, son lo que el Cardenal Joseph
Ratzinger define un conjunto de « estrategias para reducir el número
de los que se sienten a comer a la mesa de la humanidad ».47 Este es
un criterio clave con el que se debe evaluar el impacto de cualquier
filosofía o teoría. El cristianismo busca siempre medir los
esfuerzos humanos por su apertura al Creador y a las demás
criaturas, un respeto firmemente basado en el amor.
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha
difundido de manera tan eficaz?
Por muchas objeciones y críticas que suscite, la Nueva Era es un
intento de llevar calor a un mundo que muchos experimentan como
desabrido y despiadado. Como reacción frente a la modernidad, opera
casi siempre en el nivel de los sentimientos, instintos y emociones.
La angustia ante un futuro apocalíptico de inestabilidad económica,
incertidumbre política y cambios climáticos desempeña un papel
importante en la búsqueda de una relación alternativa y
decididamente optimista con el cosmos. Hay una búsqueda de plenitud
y felicidad, con frecuencia en un nivel explícitamente espiritual.
Pero es significativo que la Nueva Era haya gozado de un éxito
enorme en una era que puede caracterizarse por la exaltación casi
universal de la diversidad. La cultura occidental ha dado un paso
más allá de la tolerancia –en el sentido de aceptar a regañadientes
o soportar la idiosincrasia de personas o grupos minoritarios– a la
erosión consciente del respeto a la normalidad. La normalidad se
presenta como un concepto con connotaciones moralistas, vinculado
necesariamente a normas absolutas. Para un número creciente de
personas, las creencias o normas absolutas indican sólo la
incapacidad de tolerar las ideas y convicciones de los demás. En
este ambiente, se han puesto de moda los estilos de vida
alternativos: ser diferente no sólo es aceptable, sino positivamente
bueno.48
Es esencial tener en cuenta que las personas se relacionan con la
Nueva Era de maneras muy distintas y en grados diversos. En la
mayoría de los casos no se trata realmente de una « pertenencia » a
un grupo o movimiento. Tampoco hay una conciencia muy clara de los
principios sobre los que se basa la Nueva Era. Aparentemente, la
mayoría de la gente se siente atraída por terapias o prácticas
concretas, sin conocimiento de los planteamientos de fondo que éstas
conllevan; otros no son más que consumidores ocasionales de
productos que llevan la etiqueta « Nueva Era ». Quienes utilizan la
aromatoterapia o escuchan música New Age, por ejemplo, suelen estar
interesados por el efecto que tienen en su salud o bienestar. Tan
sólo una minoría profundiza en estos temas y trata de entender su
significado teórico (o « místico »). Lo cual encaja perfectamente
con los esquemas de las sociedades de consumo en las que el ocio y
el entretenimiento desempeñan un papel fundamental. El « movimiento
» se ha adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el hecho de
que la Nueva Era se haya difundido tanto se debe en parte a que
resulta una propuesta económica muy atractiva. La Nueva Era, al
menos en algunas culturas, se presenta como una etiqueta para un
producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia a un
fenómeno religioso.49 Siempre habrá un modo de aprovecharse de las
necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de
la economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que se
mantiene unido y se alimenta gracias a la información de los medios
de comunicación de masas. Se puede discutir si fueron los medios de
comunicación quienes crearon este fenómeno o no; lo que está claro
es que la literatura popular y las comunicaciones de masas
garantizan una rápida difusión, a escala universal, de las nociones
comunes defendidas por los « creyentes » y simpatizantes. Sin
embargo, no es posible saber si esta difusión tan rápida de las
ideas obedece al azar o bien a un proyecto deliberado, ya que se
trata de comunidades muy poco rígidas. Al igual que sucede en las «
cibercomunidades » creadas por Internet, éste es un ámbito en el que
las relaciones entre las personas pueden ser o muy impersonales o
interpersonales sólo en un sentido muy selectivo.
La Nueva Era se ha hecho sumamente popular como un vago conjunto de
creencias, terapias y prácticas, elegidas y combinadas con
frecuencia según el propio gusto, independientemente de las
incompatibilidades o incongruencias que implique. Por lo demás, es
lo que cabe esperar de una cosmovisión conscientemente basada en el
pensamiento intuitivo del « lado derecho del cerebro ». Precisamente
por eso es tan importante descubrir y reconocer las características
fundamentales de las ideas de la Nueva Era. Lo que ésta ofrece suele
describirse sencillamente como algo « espiritual », más que como
perteneciente a una religión concreta. Sin embargo, los vínculos con
algunas religiones orientales concretas son mucho más estrechos de
lo que imaginan algunos « consumidores ». Naturalmente, esto es
importante para los grupos de « oración » en los que uno decide
integrarse, pero es también un problema real en la gestión de un
número creciente de empresas, a cuyos empleados se les exige hacer
meditación y adoptar técnicas de expansión mental como parte de la
vida laboral.50
Valdría la pena añadir aún unas breves palabras sobre la promoción
organizada de la Nueva Era como ideología, pero se trata de un
asunto sumamente complejo. Frente a la Nueva Era, algunos grupos han
reaccionado con acusaciones generalizadas de « conspiración ». Se
les suele responder que estamos asistiendo a un cambio cultural
espontáneo cuya trayectoria está en gran parte determinada por
influjos que escapan al control humano. No obstante, basta señalar
que la Nueva Era comparte con un buen número de grupos
internacionalmente influyentes el objetivo de sustituir o trascender
las religiones particulares para dejar espacio a una religión
universal que unifique a la humanidad. Estrechamente relacionado con
esto, hay un esfuerzo concertado por parte de muchas instituciones
para inventar una Ética Global, un esquema ético que reflejaría la
naturaleza global de la cultura, la economía y la política
contemporáneas. Aún más, la politización de las cuestiones
ecológicas influye en todo el tema de la hipótesis Gaia o culto de
la madre tierra.
3 LA NUEVA ERA Y LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
Los promotores de la Nueva Era la definen como una « nueva
espiritualidad ». Parece irónico llamarla « nueva » cuando tantas
ideas están tomadas de las religiones y culturas antiguas. Lo
realmente nuevo en la Nueva Era es la búsqueda consciente de una
alternativa a la cultura occidental y a sus raíces religiosas
judeocristianas. « Espiritualidad », en este sentido, indica la
experiencia interior de armonía y unidad con la totalidad de la
realidad, que sana los sentimientos de imperfección y finitud de
toda persona humana. Las personas descubren su profunda conexión con
la fuerza o energía universal sagrada que constituye el núcleo de
toda vida. Cuando han llevado a cabo este descubrimiento, pueden
emprender el camino hacia la perfección que les permitirá ordenar
sus vidas y su relación con el mundo, y ocupar su propio puesto en
el proceso universal del devenir y en la Nueva Génesis de un mundo
en constante evolución. El resultado es una mística cósmica51 basada
en la toma de conciencia de un universo rebosante de energías
dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz, dios, el
amor –incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única
realidad, la fuente primaria presente en todo ser.
Esta espiritualidad consta de dos elementos distintos: uno
metafísico, otro psicológico. El componente metafísico procede de
las raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva Era y es básicamente
una forma nueva de gnosis. El acceso a lo divino se produce por
medio del conocimiento de los misterios escondidos, en la búsqueda
individual de « lo real que hay detrás de lo que es sólo aparente,
el origen más allá del tiempo, lo trascendente más allá de lo
meramente fugaz, la tradición primordial detrás de la tradición
meramente efímera, lo otro detrás del yo, la divinidad cósmica
detrás del individuo encarnado ». La espiritualidad esotérica « es
una investigación del Ser más allá de la separación de los seres,
una especie de nostalgia de la unidad perdida ».52
« Puede verse aquí la matriz gnóstica de la espiritualidad
esotérica. Ésta es palpable cuando los hijos de Acuario buscan la
Unidad Trascendente de las religiones. Tienden a escoger de las
religiones históricas sólo el núcleo esotérico, del cual pretenden
ser guardianes. En cierto modo niegan la historia y no aceptan que
la espiritualidad pueda tener sus raíces en el tiempo o en ninguna
institución. Jesús de Nazaret no es Dios, sino una de las muchas
manifestaciones del Cristo cósmico y universal ».53
El componente psicológico de este tipo de espiritualidad procede del
encuentro entre la cultura esotérica y la psicología (cf. 2.3.2). La
Nueva Era se convierte así en una experiencia de trasformación psico-espiritual
personal, que se contempla como algo análogo a la experiencia
religiosa, después de una crisis personal o una larga búsqueda
espiritual. Para otros procede del uso de la meditación o de algún
tipo de terapia, o de experiencias paranormales que alteran los
estados de conciencia y proporcionan una penetración en la unidad de
la realidad.54
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
Diversos autores ven la espiritualidad de la Nueva Era como una
especie de narcisismo espiritual o pseudo-misticismo. Es interesante
notar que esta crítica ha sido formulada incluso por David Spangler,
un importante exponente de la Nueva Era, que en sus últimas obras se
distanció de los aspectos más esotéricos de esta corriente de
pensamiento.
Spangler escribió que en las formas más populares de la Nueva Era «
los individuos y los grupos viven sus propias fantasías de aventura
y poder, generalmente de forma ocultista o milenarista... La
característica principal de este nivel es la adhesión a un mundo
privado de satisfacción del ego y el consecuente alejamiento (aunque
no siempre sea evidente) del mundo. En este nivel, la Nueva Era se
ha visto poblada por seres extraños y exóticos, maestros, adeptos,
extraterrestres. Es un lugar de poderes psíquicos y misterios
ocultos, de conspiraciones y enseñanzas escondidas ».55
En una obra posterior, David Spangler enumera lo que considera
elementos negativos o « sombras » de la Nueva Era: « alienación del
pasado en nombre del futuro; adhesión a la novedad por la
novedad...; indiscriminación y falta de discernimiento en nombre de
la totalidad y de la comunión, de donde la incapacidad para entender
o respetar el papel de los límites...; confusión de los fenómenos
psíquicos con la sabiduría, de la “canalización” (cfr. Glosario) con
la espiritualidad, de la perspectiva de la Nueva Era con la verdad
última ».56 Pero, al cabo, Spangler está convencido de que el
narcisismo egoísta e irracional se limita solamente a unos pocos
miembros. Los aspectos positivos que subraya son la función de la
Nueva Era como imagen del cambio y como encarnación de lo sagrado,
movimiento en el que la mayoría de las personas son « grandes
buscadores de la verdad », que trabajan en beneficio de la vida y
del crecimiento interior.
David Toolan, un jesuita americano que pasó varios años en el
ambiente de la Nueva Era, analiza el aspecto comercial de muchos
productos y terapias que llevan la etiqueta Nueva Era (New Age).
Observa que los seguidores de la Nueva Era han descubierto la vida
interior y se sienten fascinados por la perspectiva de ser
responsables del mundo, pero que también se dejan vencer fácilmente
por una tendencia al individualismo y a enfocarlo todo como objeto
de consumo. En este sentido, aunque no sea cristiana, la
espiritualidad de la Nueva Era tampoco es budista, por cuanto no
implica la negación de sí mismo. El sueño de una unión mística
parece conducir, en la práctica, a una unión meramente virtual que,
al cabo, deja a las personas aún más solas e insatisfechas.
3.3. El Cristo cósmico
En los días primeros del cristianismo, los creyentes en Jesucristo
se vieron forzados a hacer frente a las religiones gnósticas. No las
ignoraron, sino que aceptaron el reto positivamente y aplicaron a
Cristo mismo los términos utilizados para con las divinidades
cósmicas. El ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo en la
carta de san Pablo a los cristianos de Colosas:
« Él [Cristo] es imagen de Dios invisible, primogénito de toda
criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz » (Col 1, 15-20).
Aquellos primeros cristianos no esperaban la llegada de ninguna edad
nueva cósmica. Lo que celebraban con este himno era que la Plenitud
de todas las cosas había comenzado en Cristo. « En realidad el
tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la
encarnación, se ha introducido en la historia del hombre. La
eternidad ha entrado en el tiempo: ¿qué « cumplimiento » es mayor
que éste? ¿Qué otro « cumplimiento » sería posible? ».57 La creencia
gnóstica en fuerzas cósmicas y en una especie de oscuro destino
elimina la posibilidad de una relación con el Dios personal revelado
en Cristo. Para los cristianos, el verdadero Cristo cósmico es el
que está presente activamente en los diversos miembros de su cuerpo,
que es la Iglesia. No dirigen su mirada a fuerzas cósmicas
impersonales, sino al amor afectuoso de un Dios personal. Para ellos
el bio-centrismo cósmico tiene que ser transferido a un conjunto de
relaciones sociales (en la Iglesia). Y no se encierran en un esquema
cíclico de acontecimientos cósmicos, sino que se centran en el Jesús
histórico, especialmente en su crucifixión y en su resurrección. En
la Carta a los Colosenses y en el Nuevo Testamento hallamos una
doctrina de Dios distinta de la que está implícita en el pensamiento
de la Nueva Era: la concepción cristiana de Dios es la de una
Trinidad de Personas que ha creado la raza humana deseando compartir
la comunión de la vida trinitaria con las personas creadas.
Entendido adecuadamente, esto significa que la auténtica
espiritualidad no consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios, sino
en que Dios nos busca a nosotros.
En los círculos de la Nueva Era se ha hecho popular otra visión,
completamente distinta, del significado cósmico de Cristo. « El
Cristo Cósmico es el modelo divino que se conecta en la persona de
Jesucristo (pero no se limita en modo alguno a tal persona). El
modelo divino de conectividad se hizo carne y acampó entre nosotros
(Jn 1, 14)... El Cristo Cósmico es el guía de un nuevo éxodo de la
servidumbre y de las ideas pesimistas de un universo mecanicista,
newtoniano, lleno de competitividad, ganadores y perdedores,
dualismos, antropocentrismo, y del aburrimiento que sobreviene
cuando nuestro maravilloso universo se describe como una máquina
privada de misterio y misticismo. El Cristo Cósmico es local e
histórico, indudablemente íntimo a la historia humana. El Cristo
Cósmico podría vivir en la casa de al lado o incluso en el interior
más profundo y auténtico del propio yo ».58 Aunque posiblemente no
todos los que están relacionados con la Nueva Era estén de acuerdo
con esta afirmación, sin embargo da en el clavo y muestra con
absoluta claridad dónde estriban las diferencias entre estas dos
visiones de Cristo. Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico aparece
como un modelo que puede repetirse en muchas personas, lugares o
épocas. Es el portador de un enorme cambio de paradigma. Es, en
definitiva, un potencial dentro de nosotros.
Según la doctrina cristiana, Jesucristo no es un simple modelo. Es
una persona divina cuya figura humano-divina revela el misterio del
amor del Padre hacia cada persona a lo largo de la historia (Jn 3,
16). Vive en nosotros porque comparte su vida con nosotros, pero
ésta ni se nos impone ni es automática. Todos los seres humanos
están invitados a compartir su vida, a vivir « en Cristo ».
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
Para los cristianos, la vida espiritual consiste en una relación con
Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la
gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros
hermanos. La espiritualidad, para la Nueva Era, significa
experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de
armonía y fusión con el Todo. Así, « mística » no se refiere a un
encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a
la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, un
sentimiento exaltante de estar en comunión con el universo, de dejar
que la propia individualidad se hunda en el gran océano del Ser.59
Esta distinción fundamental es evidente en todos los niveles de
comparación entre la mística cristiana y la mística de la Nueva Era.
El método de purificación de la Nueva Era se basa en la conciencia
del malestar o de la alienación, que ha de ser vencido mediante la
inmersión en el Todo. Para convertirse, una persona necesita hacer
uso de técnicas que conducen a la experiencia de la iluminación.
Esto transforma la conciencia de la persona y la abre al contacto
con la divinidad, que se entiende como la esencia más profunda de la
realidad.
Las técnicas y métodos que se ofrecen en este sistema religioso
inmanentista, que carece del concepto de Dios como persona, proceden
« desde abajo ». Aunque implican un descenso hasta las profundidades
del propio corazón o de la propia alma, constituyen una empresa
esencialmente humana por parte de la persona que busca elevarse
hasta la divinidad mediante sus esfuerzos. Con frecuencia es un «
ascenso » del nivel de conciencia hasta lo que se entiende como una
percepción liberadora del « dios interior ». No todos tienen acceso
a tales técnicas, cuyos beneficios quedan restringidos a una «
aristocracia » espiritual privilegiada.
Por el contrario, el elemento esencial de la fe cristiana es que
Dios se abaja hacia sus criaturas, particularmente a los más
humildes, a los más débiles y menos agraciados según los criterios
del « mundo ». Hay algunas técnicas espirituales que conviene
aprender, pero Dios es capaz de soslayarlas e incluso de prescindir
de ellas. Para un cristiano « su modo de acercarse a Dios no se
fundamenta en una técnica, en el sentido estricto de la palabra. Eso
iría en contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio. La
auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es
siempre un don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno ».60
Para los cristianos, la conversión consiste en volverse al Padre,
por medio del Hijo, dóciles al poder del Espíritu Santo. Cuanto más
se avanza en la relación con Dios –que es siempre y en todos los
casos un don gratuito–, más aguda es la necesidad de convertirse del
pecado, de la miopía espiritual y de la autocomplacencia, cosas
todas que impiden un abandono confiado de sí en Dios y una apertura
a los demás.
Todas las técnicas de meditación necesitan purificarse de la
presunción y de la ostentación. La oración cristiana no es un
ejercicio de contemplación de sí mismo, quietud y vaciamiento de sí,
sino un diálogo de amor, que « implica una actitud de conversión, un
éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios ».61 Conduce a un
sometimiento cada vez más completo a la voluntad de Dios, mediante
el cual se nos invita a una solidaridad profunda y auténtica con
nuestros hermanos y hermanas.62
3.5. El « dios interior » y la « theosis »
Este es un punto de contraste entre la Nueva Era y el cristianismo.
En la literatura New Age abunda la convicción de que no existe un
ser divino « ahí afuera » o que sea de alguna manera distinto del
resto de la realidad. Desde Jung en adelante, ha habido toda una
corriente que profesaba una creencia en « el dios interior ». Desde
la perspectiva de la Nueva Era, nuestro problema consiste en la
incapacidad de reconocer nuestra propia divinidad, una incapacidad
que puede superarse con ayuda de un guía y usando toda una serie de
técnicas para liberar nuestro potencial (divino) escondido. La idea
fundamental es que « Dios » se encuentra en el fondo de nuestro
interior. Somos dioses y descubrimos el poder ilimitado que hay
dentro de nosotros despojándonos de las capas de inautenticidad.63
Cuanto más se reconoce este potencial, más se realiza. En este
sentido la Nueva Era tiene su propia idea de la theosis:
transformarnos en dioses o, más exactamente, reconocer y aceptar que
somos divinos. Algunos dicen que estamos viviendo en « una época en
que nuestra comprensión de Dios tiene que ser interiorizada: de un
Dios omnipotente y externo a un Dios, fuerza dinámica y creativa que
se halla en el centro mismo de todo ser: Dios como Espíritu.64
En el Prefacio al Libro V de Adversus Haereses, san Ireneo se
refiere a « Jesucristo, que, por medio de su amor trascendente, se
convirtió en lo que somos, para poder llevarnos a ser lo que él
mismo es ». Aquí la theosis, el modo cristiano de entender la
divinización, no se realiza solamente en virtud de nuestros
esfuerzos, sino con el auxilio de la gracia de Dios, que actúa en y
por medio de nosotros. Naturalmente, esto implica una conciencia
inicial de nuestra imperfección, incluso de nuestra condición
pecadora, todo lo contrario de la exaltación del yo. Además, se
despliega como una introducción a la vida de la Trinidad, un caso
perfecto de distinción en el corazón mismo de la unidad: sinergia y
no fusión. Todo esto acontece como resultado de un encuentro
personal, del ofrecimiento de un nuevo género de vida. La vida en
Cristo no es algo tan personal y privado que quede restringido al
ámbito de la conciencia. Ni es tampoco un nivel nuevo de conciencia.
Implica una transformación de nuestro cuerpo y nuestra alma mediante
la participación en la vida sacramental de la Iglesia.
4 NUEVA ERA Y FE CRISTIANA FRENTE A FRENTE
Resulta difícil separar los elementos individuales de la
religiosidad de la Nueva Era, por inocentes que puedan parecer, de
la estructura general que penetra todo el mundo conceptual del
movimiento Nueva Era. La naturaleza gnóstica de este movimiento
exige que se lo juzgue en su totalidad. Desde el punto de vista de
la fe cristiana, no es posible aislar algunos elementos de la
religiosidad de la Nueva Era como aceptables por parte de los
cristianos y rechazar otros. Puesto que el movimiento de la Nueva
Era insiste tanto en la comunicación con la naturaleza, en el
conocimiento cósmico de un bien universal –negando así los
contenidos revelados de la fe cristiana–, no puede ser considerado
como algo positivo o inocuo. En un ambiente cultural marcado por el
relativismo religioso, es necesario alertar contra los intentos de
situar la religiosidad de la Nueva Era al mismo nivel que la fe
cristiana, haciendo que la diferencia entre fe y creencia parezca
relativa y creando mayor confusión entre los desprevenidos. En este
sentido, resulta útil a exhortación de San Pablo: « avisar a algunos
que no enseñen doctrinas extrañas, ni se dediquen a fábulas y
genealogías interminables, que son más a propósito para promover
disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe » (1
Tim 1, 3-4). Algunas prácticas llevan erróneamente el marchamo Nueva
Era, simplemente como estrategia de mercado para venderse mejor, sin
que estén realmente asociadas a su cosmovisión. Lo cual únicamente
crea mayor confusión. Es por ello necesario identificar con
precisión los elementos que pertenecen al movimiento Nueva Era, que
no pueden ser aceptados por quienes son fieles a Cristo y a su
Iglesia.
Las siguientes preguntas pueden ser el modo más simple para evaluar
algunos de los elementos centrales del pensamiento y de la práctica
de la Nueva Era desde una perspectiva cristiana. El término Nueva
Era se refiere a las ideas que circulan acerca de Dios, el hombre y
el mundo, las personas con quienes pueden dialogar los cristianos en
torno a temas religiosos, el material publicitario para grupos de
meditación, terapias y demás, las declaraciones explícitas sobre la
religión, etcétera. Algunas de estas preguntas aplicadas a personas
e ideas que no lleven explícitamente la etiqueta Nueva Era pondrían
de manifiesto otros vínculos, implícitos o inconscientes, con todo
el ambiente Nueva Era.
• ¿Dios es un ser con quien mantenemos una relación, algo que se
puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
El concepto de Dios propio de la Nueva Era es un tanto vago,
mientras que el concepto cristiano es muy claro. El Dios de la Nueva
Era es una energía impersonal, en realidad una extensión o
componente particular del cosmos; Dios en este sentido es la fuerza
vital o alma del mundo. La divinidad se encuentra en cada ser, en
una gradación que va « desde el cristal inferior del mundo mineral
hasta e incluso más allá del mismo Dios Galáctico, del cual no
podemos decir absolutamente nada, salvo que no es un hombre, sino
una Gran Conciencia ».65 En algunos escritos « clásicos » de la
Nueva Era, está claro que los seres humanos deben considerarse a sí
mismos como dioses, lo cual se desarrolla en unas personas más
plenamente que en otras. Ya no hay que buscar a Dios más allá del
mundo, sino en lo hondo de mi yo.66 Incluso cuando « Dios » es algo
exterior a mí, está ahí para ser manipulado.
Esto es muy diferente de la concepción cristiana de Dios, Creador
del cielo y de la tierra y fuente de toda vida personal. Dios es en
sí mismo personal, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha creado el
universo a fin de compartir la comunión de su vida con las personas
creadas. « Dios, que “habita una luz inaccesible”, quiere comunicar
su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para
hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí
mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de
conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por
sus propias fuerzas ».67Dios no se identifica con el principio vital
entendido como el « Espíritu » o « energía básica » del cosmos, sino
que es ese amor, absolutamente diferente del mundo, que está sin
embargo presente en todo y conduce a los seres humanos a la
salvación.
•¿Hay un único Jesucristo o existen miles de Cristos?
En la literatura de la Nueva Era Cristo es presentado con frecuencia
como un sabio, un iniciado o un avatar entre muchos, mientras que en
la tradición cristiana es el Hijo de Dios. He aquí algunos puntos
comunes de los enfoques New Age:
– El Jesús histórico, personal e individual, es distinto del Cristo
universal, eterno, impersonal;
– Jesús no es considerado el único Cristo;
– La muerte de Jesús en la Cruz, o bien se niega, o bien se
reinterpreta para excluir la idea de que pudiera haber sufrido como
Cristo;
– Los documentos extrabíblicos (como los evangelios neo-gnósticos)
son considerados fuentes auténticas para el conocimiento de aspectos
de la vida de Cristo que no se hallan en el canon de la Escritura.
Otras revelaciones en torno a Cristo, proporcionadas por entidades,
guías espirituales y maestros venerables o incluso por las Crónicas
Akasha, son básicas para la cristología de la Nueva Era;
– Se aplica un tipo de exégesis esotérica a los textos bíblicos para
purificar al cristianismo de la religión formal que impide el acceso
a su esencia esotérica.68
En la tradición cristiana Jesucristo es el Jesús de Nazaret del que
hablan los Evangelios, el hijo de María y Unigénito de Dios,
verdadero Dios y verdadero hombre, revelación plena de la Verdad
divina, único Salvador del mundo: « por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y
está sentado a la derecha del Padre ».69
• El ser humano: ¿existe un único ser universal o hay muchos
individuos?
« El objetivo de las técnicas de la Nueva Era es reproducir los
estados místicos a voluntad, como si fueran un asunto de material de
laboratorio. El renacer, el biofeedback, el aislamiento sensorial,
los mantras, el ayuno, la privación de sueño y la meditación
trascendental, son intentos para controlar esos estados y
experimentarlos continuamente ».70 Todas estas prácticas crean una
atmósfera de debilidad (y vulnerabilidad) psíquica. Cuando el objeto
del ejercicio consiste en reinventarnos a nosotros mismos, se
plantea realmente la pregunta acerca de quién soy « yo ». El « Dios
interior » y la unión holística con todo el cosmos subrayan esta
pregunta. Las personalidades individuales aisladas serían
patológicas para la Nueva Era (según su particular psicología
transpersonal). Pero « el verdadero peligro es el paradigma
holístico. La Nueva Era es un pensamiento basado sobre una unidad
totalitaria y precisamente por eso es un peligro... ».71 Con un tono
más suave: « Somos auténticos cuando nos “hacemos cargo” de nosotros
mismos, cuando nuestra opción y nuestras reacciones fluyen
espontáneamente de nuestras necesidades más profundas, cuando
nuestro comportamiento y nuestros sentimientos manifiestos reflejan
nuestra plenitud personal ».72 El Movimiento por el Potencial Humano
es el ejemplo más claro de la convicción de que los seres humanos
son divinos, o contienen una chispa divina dentro de sí mismos.
El enfoque cristiano procede de las enseñanzas de la Escritura
respecto a la naturaleza humana. Hombres y mujeres han sido creados
a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 27) y Dios los trata con gran
consideración, para sorpresa del salmista (cf. Ps 8). La persona
humana es un misterio plenamente revelado sólo en Jesucristo (cf. GS
22), y de hecho se hace auténtica y adecuadamente humana en su
relación con Cristo por medio del don del Espíritu.73 Esto está muy
lejos de la caricatura del antropocentrismo atribuido al
Cristianismo y rechazado por muchos autores y seguidores de la Nueva
Era.
• ¿Nos salvamos a nosotros mismos o la salvación es un don gratuito
de Dios?
La clave estriba en descubrir qué o quién creemos que nos salva.
¿Nos salvamos a nosotros mismos por nuestras propias acciones, como
suele ser el caso en las explicaciones de la Nueva Era, o nos salva
el amor de Dios? Las palabras claves son realización de uno mismo,
plenitud del yo y auto-redención. La Nueva Era es esencialmente
pelagiana en su manera de entender la naturaleza humana.74
Para los cristianos, la salvación depende de la participación en la
pasión, muerte y resurrección de Cristo, y de una relación personal
directa con Dios, más que de una técnica cualquiera. La condición
humana, afectada como está por el pecado original y por el pecado
personal, sólo puede ser rectificada por la acción de Dios: el
pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos
consigo. En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido
salvados por Jesucristo, quien, como Dios y hombre, es el único
mediador de la redención. En el cristianismo, la salvación no es una
experiencia del yo, una inmersión meditativa e intuitiva dentro de
uno mismo, sino mucho más: el perdón del pecado, el ser levantado
desde las profundas ambivalencias del propio ser, el apaciguamiento
de la naturaleza mediante el don de la comunión con un Dios amoroso.
El camino hacia la salvación no se halla sencillamente en una
transformación autoprovocada de la conciencia, sino en la liberación
del pecado y de sus consecuencias, que conduce a luchar contra el
pecado que hay en nosotros mismos y en la sociedad que nos rodea.
Esto nos conduce necesariamente hacia una solidaridad amorosa con
nuestros hermanos necesitados.
•¿Inventamos la verdad o la abrazamos?
La verdad para la Nueva Era tiene que ver con buenas vibraciones,
correspondencias cósmicas, armonía y éxtasis, experiencias
placenteras en general. Se trata de encontrar la propia verdad en
función del bienestar. La valoración de la religión y de las
cuestiones éticas obviamente está relacionada con las propias
sensaciones y experiencias.
En la doctrina cristiana, Jesucristo se presenta como « el Camino,
la Verdad y la Vida » (Jn 14, 6). A sus seguidores se les pide que
abran su vida entera a él y a sus valores, en otras palabras, a un
conjunto objetivo de exigencias que forman parte de una realidad
objetiva asequible en definitiva por todos.
•La oración y la meditación: ¿hablamos con nosotros o con Dios?
La tendencia a confundir la psicología y la espiritualidad aconseja
recalcar que muchas de las técnicas de meditación ahora en uso no
son oración. A menudo son una buena preparación para la oración, y
nada más, aun cuando conduzcan a un estado de placidez mental o de
bienestar corporal. Las experiencias que se obtienen son realmente
intensas, pero quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar
todavía en presencia del Otro. Alcanzar el silencio puede
enfrentarnos al vacío más que al silencio contemplativo del amado.
También es cierto que las técnicas para profundizar en la propia
alma son, en definitiva, una llamada a nuestra propia capacidad de
alcanzar lo divino, o incluso a llegar a ser divinos. Si descuidan
que es Dios quien va en búsqueda del corazón humano, no son oración
cristiana. Aun cuando se considera como un vínculo con la Energía
Universal, « esta “relación” fácil con Dios, donde la función de
Dios se concibe como la satisfacción de todas nuestras necesidades,
revela el egoísmo que hay en el corazón de la Nueva Era ».75
Las prácticas de la Nueva Era no son realmente oración, pues suelen
tratarse de introspección o de fusión con la energía cósmica, en
contraste con la doble orientación de la oración cristiana, que
comprende la introspección pero que es, sobre todo, un encuentro con
Dios. La mística cristiana, más que un mero esfuerzo humano, es
esencialmente un diálogo que « implica una actitud de conversión, un
éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios ».76 « El cristiano,
también cuando está solo y ora en secreto, tiene la convicción de
rezar siempre en unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto con
todos los santos para el bien de la Iglesia ».77
• ¿Nos sentimos tentados a negar el pecado o aceptamos que exista
tal cosa?
En la Nueva Era no existe un verdadero concepto de pecado, sino más
bien el de conocimiento imperfecto. Lo que se necesita es
iluminación, que puede alcanzarse mediante particulares técnicas
psicofísicas. A quienes participan en actividades de la Nueva Era no
les dirán qué tienen que creer, qué tienen que hacer o no hacer,
sino: « Hay mil maneras de explorar la realidad interior. Ve adonde
te conduzcan tu inteligencia y tu intuición. Confía en ti ».78 La
autoridad se ha trasladado de Dios al interior del yo. Para la Nueva
Era, el problema más serio es la alienación respecto a la totalidad
del cosmos, en lugar de un fracaso personal o pecado. El remedio
consiste en lograr estar cada vez más inmerso en la totalidad del
ser. En algunos escritos y prácticas de la Nueva Era, está claro que
una sola vida no basta, por lo que tiene que haber reencarnaciones
que permitan a las personas realizar su potencial pleno.
En la perspectiva cristiana, « la realidad del pecado, y más
particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la
luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de
Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la
tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento,
como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria
de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento
del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es
un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que
puedan amarle y amarse mutualmente ».79 « El pecado es una falta
contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo a causa de un apego
perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta
contra la solidaridad humana... ».80 « El pecado es una ofensa a
Dios... se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él
nuestros corazones... El pecado es así “amor de sí hasta el
desprecio de Dios” ».81
• ¿Se nos anima a rechazar o a aceptar el sufrimiento y la muerte?
Algunos autores de la Nueva Era ven el sufrimiento como algo
impuesto sobre el yo, como un mal karma (ver Glosario) o, al menos,
como un fallo del dominio de nuestros propios recursos. Otros se
centran en los métodos para alcanzar el éxito y la riqueza (e.g.
Deepak Chopra, José Silva et al.). En la Nueva Era, la reencarnación
se ve con frecuencia como un elemento necesario para el crecimiento
espiritual, una etapa de la evolución espiritual progresiva que
comenzó antes de que naciéramos y continuará después de que muramos.
En nuestra vida presente, la experiencia de la muerte de otras
personas provoca una crisis saludable.
Tanto la unidad cósmica como la reencarnación son irreconciliables
con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser único,
que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este
modo de entender la persona pone en cuestión tanto la
responsabilidad personal como la libertad. Los cristianos saben que
« en la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante
el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado
redimido. Cristo –sin culpa alguna propia– cargó sobre sí “el mal
total del pecado”. La experiencia de este mal determinó la medida
incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio
de la redención... El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el
hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno
está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el
cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en
ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido
también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el
sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a
nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su
sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento
redentor de Cristo ».82
• ¿Hay que eludir el compromiso social o hay que buscarlo
positivamente?
Buena parte de lo que hay en la Nueva Era es una descarada
autopromoción, pero algunas figuras relevantes del movimiento
defienden que es injusto juzgar todo el movimiento por una minoría
de personas egoístas, irracionales y narcisistas, o dejarse
deslumbrar por algunas de sus prácticas más extravagantes, que son
un obstáculo para ver en la Nueva Era una búsqueda espiritual y una
espiritualidad auténticas.83 La fusión de los individuos en el yo
cósmico, la relativización o abolición de la diferencia y de la
oposición en una armonía cósmica es inaceptable para el
cristianismo.
Donde hay verdadero amor, tiene que haber un « otro », una persona,
diferente. Un verdadero cristiano busca la unidad en la capacidad y
en la libertad del otro para decir « sí » o « no » al don del amor.
En el cristianismo, la unión se ve como comunión y la unidad como
comunidad.
•Nuestro futuro, ¿está en las estrellas o hemos de ayudar a
construirlo?
La Nueva Era que ahora está amaneciendo estará poblada por seres
perfectos, andróginos, que estén al mando total de las leyes
cósmicas de la naturaleza. En este escenario, el cristianismo tiene
que ser eliminado y dejar paso a una religión global y a un nuevo
orden mundial.
Los cristianos están en un estado de vigilancia constante,
preparados para los últimos días, cuando vuelva Cristo. La Nueva Era
de los cristianos comenzó hace dos mil años con Cristo, que no es
otro que « Jesús de Nazaret; él es la Palabra de Dios hecha hombre
para la salvación de todos ». Su Espíritu Santo está presente y
activo en los corazones de los individuos, en « la sociedad y en la
historia, en los pueblos, las culturas y las religiones ». En
realidad, « el Espíritu del Padre, derramado abundantemente por el
Hijo, es quien todo lo anima ».84 Vivimos ya en los últimos
tiempos.
Por un lado, está claro que muchas prácticas de la Nueva Era no
plantean problemas doctrinales a quienes las realizan; pero, al
mismo tiempo, es innegable que estas prácticas, aunque sólo sea
indirectamente, comunican una mentalidad que puede influir en el
pensamiento e inspirar una visión particular de la realidad.
Ciertamente, la Nueva Era crea su propia atmósfera y puede resultar
difícil distinguir entre cosas inocuas y cosas realmente objetables.
Sin embargo, conviene darse cuenta de que la doctrina acerca de
Cristo difundida en los círculos de la Nueva Era se inspira en las
doctrinas teosóficas de Helena Blavatsky, la antroposofía de Rudolf
Steiner y la « Escuela Arcana » de Alice Bailey. Sus seguidores
contemporáneos no sólo promueven hoy las ideas de estos pensadores,
sino que también trabajan con los adeptos de la Nueva Era para
desarrollar una comprensión completamente nueva de la realidad, una
doctrina conocida como « la verdad de la Nueva Era ».85
5 JESUCRISTO OFRECE EL AGUA DE LA VIDA
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el Señor. Él está
en el corazón de toda acción cristiana y de todo mensaje cristiano.
Por eso la Iglesia regresa constantemente al encuentro de su Señor.
Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús: desde los
pastores de Belén a los dos ladrones crucificados con él, desde los
doctores que lo escuchaban en el Templo hasta los discípulos que
caminaban apesadumbrados hacia Emaús. Pero un episodio que indica
con especial claridad lo que Él nos ofrece es el relato de su
encuentro con la samaritana junto al pozo de Jacob, en el capítulo
cuarto del evangelio de san Juan. Este encuentro ha sido descrito
incluso como « un paradigma de nuestro compromiso con la verdad ».86
La experiencia del encuentro con un desconocido que nos ofrece el
agua de la vida es una clave para entender la manera en que podemos
y debemos entablar el diálogo con quien no conoce a Jesús.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan (Jn 4) es la
demora de la mujer en captar qué quiere decir Jesús con eso del «
agua de la vida » o el agua « viva » (v. 11). Aun así, se siente
fascinada –no sólo por el desconocido mismo, sino también por su
mensaje–, y eso le hace escucharlo. Después del impacto inicial, al
darse cuenta de lo que Jesús sabe de ella (« tienes razón al decir
que no tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora
tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad », vv. 7-18), se
abre completamente a su palabra: « Señor, veo que eres profeta » (v.
19). Comienza el diálogo sobre la adoración a Dios: « Vosotros dais
culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos;
pues la salvación procede de los judíos » (v. 22). Jesús tocó su
corazón y la preparó para escuchar lo que tenía que decir acerca de
sí mismo como Mesías: « Soy yo, el que habla contigo » (v. 26). La
dispuso para que abriese su corazón a la verdadera adoración en
Espíritu y a la manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer « dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó a los vecinos
» lo referente a aquel hombre (v. 28). El extraordinario efecto
sobre la mujer de este encuentro con el desconocido provocó la
curiosidad de aquéllos, de modo que también ellos « acudieron a él »
(v. 30). Pronto aceptaron la verdad de su identidad: « Ya no creemos
por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y
sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Pasan
de oír hablar de Jesús a conocerle personalmente, comprendiendo
entonces el significado universal de su identidad. Y todo esto
porque se han implicado con la mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un pozo es
significativo. Jesús ofrece a la mujer « un manantial que brota
dando vida eterna » (v. 14). La delicadeza con que Jesús trata a la
mujer es un modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros
sincerarse sin sufrir en el doloroso proceso de reconocimiento
propio (« me ha contado todo lo que he hecho », v. 39). Este enfoque
podría producir abundantes frutos con quienes se sienten atraídos
por el « aguador » (Acuario) y siguen buscando sinceramente la
verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que no sólo ofrece
agua para saciar nuestra sed, sino además las profundidades
espirituales ocultas del « agua viva ». Es importante reconocer la
sinceridad de las personas que buscan la verdad; no se trata de
falsedad o de auto-engaño. También es importante ser paciente, como
todo buen educador sabe. Una persona poseída por la verdad se ve
repentinamente llena de una sensación de libertad completamente
nueva, especialmente frente a los errores y temores del pasado. «
Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo, como la mujer junto al
pozo, infundirá a los demás un deseo de conocer la verdad que puede
liberarlos también a ellos ».87
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la vida,
tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto
profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús, porque no
se trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él, sino de
quien está seguro de « que es realmente el Salvador del mundo » (v.
42). Se trata de dejar que las personas reaccionen a su manera, a su
propio ritmo, y dejar a Dios hacer el resto.
6 INDICACIONES IMPORTANTES
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
¿Cristo o Acuario?
La Nueva Era casi siempre tiene que ver con « alternativas »: una
visión alternativa de la realidad, o una manera alternativa de
mejorar la propia situación presente (magia).88 Las alternativas no
ofrecen dos posibilidades, sino únicamente la posibilidad de escoger
una cosa frente a otra. En términos religiosos, la Nueva Era ofrece
una alternativa a la herencia judeocristiana. La Era de Acuario se
concibe como la que sustituirá a la Era de Piscis, predominantemente
cristiana. Los pensadores de la Nueva Era son plenamente conscientes
de esto. Algunos de ellos están convencidos de que es inevitable el
cambio que se avecina, mientras que otros están además activamente
comprometidos en su llegada. Quienes se preguntan si es posible
creer al mismo tiempo en Cristo y en Acuario conviene que sepan que
se hallan ante una alternativa excluyente, « aut-aut, o esto o
aquello ». « Ningún criado puede servir a dos señores, porque
aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y
despreciará al otro » (Lc 16, 13). A los cristianos les basta pensar
en la diferencia entre los Magos de Oriente y el rey Herodes para
darse cuenta de los tremendos efectos que conlleva la opción a favor
o en contra de Cristo. No debemos olvidar nunca que muchos de los
movimientos que han alimentado la Nueva Era son explícitamente
anticristianos. Su postura frente al cristianismo no es neutral,
sino neutralizadora: a pesar de lo que se suele decir sobre la
apertura a todos los puntos de vista religiosos, el cristianismo
tradicional no es considerado sinceramente una alternativa
aceptable. De hecho, con frecuencia queda bien claro que no « hay
cabida tolerable para el cristianismo auténtico », incluso con
argumentos que justifican un comportamiento anticristiano.89 Esta
oposición, que inicialmente se limitaba a los ambientes enrarecidos
de quienes van más allá de una vinculación superficial con la Nueva
Era, ha comenzado recientemente a penetrar en todos los niveles de
la cultura « alternativa », que ejerce una poderosa fascinación,
sobre todo en las sofisticadas sociedades occidentales.
¿Fusión o confusión?
Las tradiciones de la Nueva Era consciente y deliberadamente
difuminan las diferencias reales: entre Creador y creación, entre
humanidad y naturaleza, entre religión y psicología, entre realidad
subjetiva y objetiva. Idealmente, la intención es siempre superar el
escándalo de la división, pero para la teoría de la Nueva Era se
trata de la fusión sistemática de elementos que normalmente han
estado claramente diferenciados en la cultura occidental. Quizá sea
más justo llamarla « confusión ». Decir que la Nueva Era se alimenta
de la confusión no es un mero juego de palabras. La tradición
cristiana siempre ha valorado el papel de la razón para justificar
la fe y comprender a Dios, al mundo y a la persona humana.90 La
Nueva Era acierta cuando sintoniza con un estado de ánimo que
rechaza la razón fría, calculadora, inhumana. Y si bien recuerda la
necesidad de un equilibrio entre todas nuestras facultades, ello no
justifica la marginación de una facultad que es esencial para una
vida plenamente humana. La racionalidad tiene la ventaja de la
universalidad: está al alcance de todos, gratuitamente, a diferencia
del carácter misterioso y fascinante de la religión « mística »,
esotérica o gnóstica. Todo aquello que alimenta la confusión
conceptual o el secretismo ha de ser examinado con sumo cuidado,
pues en lugar de revelar la naturaleza última de la realidad, la
esconde. Corresponde a la pérdida de confianza en las sólidas
certezas de antaño propia de la posmodernidad, que con frecuencia
lleva a refugiarse en el irracionalismo. El gran desafío consiste en
mostrar cómo una sana colaboración entre la fe y la razón mejora la
vida humana y promueve el respeto a la creación.
Crea tu propia realidad.
La convicción generalizada en la Nueva Era de que cada uno crea su
propia realidad es atractiva pero ilusoria. Cristaliza en la teoría
de Jung, según la cual el ser humano es una vía de acceso desde el
mundo exterior a un mundo interior de infinitas dimensiones, donde
cada persona es un Abraxas que da a luz su propio mundo o lo devora.
La estrella que brilla en este mundo interior infinito es el dios y
meta del hombre. La consecuencia más dolorosa y problemática de la
aceptación de la idea de que las personas crean su propia realidad
es la cuestión del sufrimiento y de la muerte: las personas con
graves deficiencias o enfermedades incurables se sienten engañadas y
degradadas cuando se les sugiere que son ellas quienes han hecho
caer la desgracia sobre sí mismas, o que su incapacidad para cambiar
las cosas indica una debilidad en su manera de afrontar la vida.
Todo esto dista mucho de ser un tema puramente académico: tiene
profundas implicaciones en el enfoque pastoral de la Iglesia ante
las difíciles cuestiones existenciales que todo el mundo se plantea.
Nuestras limitaciones son parte de la vida, inherentes a la
condición de criatura. La muerte y el sufrimiento constituyen un
desafío y una oportunidad, pues la tentación de refugiarse en una
reelaboración occidentalizada de la reencarnación es una prueba
clara del temor ante la muerte y del deseo de vivir para siempre.
¿Aprovechamos al máximo estas oportunidades para recordar lo que
Dios nos promete en la resurrección de Jesucristo? ¿Hasta qué punto
es real la fe en la resurrección de la carne que los cristianos
proclaman cada domingo en el credo? Aquí se plantea sobre todo la
idea de la Nueva Era de que en cierto sentido también somos dioses.
Toda la cuestión depende, desde luego, de la propia definición de
realidad. Es preciso fortalecer de manera adecuada un enfoque sólido
de la epistemología y de la psicología en todos los niveles de
educación, formación y predicación católicas. Es importante
concentrarse constantemente sobre los modos más eficaces de hablar
de la trascendencia. La dificultad fundamental de todo el
pensamiento de la Nueva Era es que esa trascendencia es
estrictamente una auto-trascendencia que debe alcanzarse en un
universo cerrado en sí mismo.
Recursos pastorales.
En el capítulo 8 se ofrecen indicaciones sobre los principales
documentos de la Iglesia Católica, en los que se puede encontrar una
valoración de las ideas de la Nueva Era. En primer lugar figura la
alocución del papa Juan Pablo II citada en el Prefacio. El papa
reconoce en esta tendencia cultural algunos aspectos positivos,
tales como la « búsqueda de un nuevo significado de la vida, una
nueva sensibilidad ecológica y el deseo de superar una religiosidad
fría y racionalista ». Pero también llama atención de los fieles
sobre ciertos elementos ambiguos que son incompatibles con la fe
cristiana: estos movimientos « prestan poca atención a la Revelación
», « tienden a relativizar la doctrina religiosa a favor de una
cosmovisión difusa », « con frecuencia proponen un concepto
panteísta de Dios », « sustituyen la responsabilidad personal frente
a Dios por nuestras acciones con un sentido del deber respecto al
cosmos, subvirtiendo así el verdadero concepto del pecado y de la
necesidad de la redención por medio de Cristo ».91
6.2. Iniciativas prácticas
En primer lugar, conviene recordar una vez más que, dentro del vasto
movimiento de la Nueva Era, no todas las personas ni todas las cosas
están vinculadas de la misma manera a las teorías del movimiento.
Igualmente, la etiqueta misma de « Nueva era » con frecuencia se
aplica mal o se extiende a fenómenos que pueden ser clasificados de
otra manera. Incluso se ha abusado del término Nueva Era para
demonizar a ciertas personas y prácticas. Es esencial examinar si
los fenómenos vinculados a este movimiento, aunque sea de manera
tangencial, reflejan una visión cristiana de Dios, la persona humana
y el mundo o están en conflicto con ella. La mera utilización del
término « Nueva Era » de por sí no significa nada. Lo que cuenta es
la relación de la persona, el grupo, la práctica o el producto, con
los principios del cristianismo.
• La Iglesia católica dispone de redes propias, muy eficaces, que
aún podrían utilizarse mejor. Por ejemplo, el gran número de centros
pastorales, culturales y de espiritualidad. Además de servir a las
necesidades de la Iglesia, estos mismos podrían emplearse para
abordar de forma creativa la confusión respecto a la religiosidad de
la Nueva Era, por ejemplo, con foros de discusión y estudio.
Desgraciadamente, hay que admitir que en muchos casos algunos
centros de espiritualidad específicamente católicos están
comprometidos activamente en la difusión de la religiosidad de la
Nueva Era dentro de la Iglesia. Es necesario corregir esta
situación, no sólo para detener la propagación de la confusión y del
error, sino también para que se conviertan en promotores eficaces de
la verdadera espiritualidad cristiana. Los centros culturales
católicos en particular no son sólo instituciones doctrinales, sino
espacios para el diálogo sincero.92 Algunas instituciones
especializadas abordan todas estas cuestiones de modo excelente. Son
recursos valiosísimos que deberían ser compartidos generosamente con
zonas más desfavorecidas.
• No pocos grupos de la Nueva Era aprovechan cualquier oportunidad
para exponer su filosofía y sus actividades. Convendría abordar con
cuidado los encuentros con este tipo de grupos, incluyendo siempre
personas capaces tanto de explicar la fe y la espiritualidad
católicas, como de reflexionar críticamente sobre el pensamiento y
las prácticas de la Nueva Era. Es sumamente importante comprobar las
credenciales de las personas, grupos e instituciones que pretenden
ofrecer orientación e información sobre la Nueva Era. En algunos
casos, lo que había comenzado como una investigación imparcial acaba
convirtiéndose en una promoción activa o en una defensa de las «
religiones alternativas ». Algunas instituciones internacionales
están realizando activamente campañas de promoción del respeto a la
« diversidad religiosa » y reclaman el carácter religioso para
algunas organizaciones más que dudosas. Esto concuerda con la visión
de la Nueva Era, de pasar a una época en que la limitación de las
religiones particulares ceda el paso a la universalidad de una nueva
religión o espiritualidad. Por el contrario, el diálogo sincero debe
respetar siempre la diversidad desde el principio y nunca intentará
desdibujar las distinciones fundiendo en una todas las tradiciones
religiosas.
• Algunos grupos locales de la Nueva Era califican sus encuentros
como « grupos de oración ». Quienes sean invitados a dichos grupos
deben buscar los signos de una espiritualidad auténticamente
cristiana y comprobar que no haya ceremonias de iniciación de ningún
tipo. Tales grupos se aprovechan de la falta de preparación
teológica o espiritual de las personas para atraerlas gradualmente a
lo que en realidad puede ser una forma de culto falso. Hay que
educar a los cristianos respecto al verdadero objeto y contenido de
la oración –dirigida al Padre, por medio de Jesucristo, en el
Espíritu Santo–, para juzgar rectamente la intención de un « grupo
de oración ». La oración cristiana y el Dios de Jesucristo son
fácilmente reconocibles.93 Muchas personas están convencidas de que
no hay peligro alguno en « tomar prestados » elementos de la
sabiduría oriental. Sin embargo, el caso de la Meditación
Trascendental (MT) debería invitar a los cristianos a ser más cautos
ante la posibilidad de afiliarse sin saberlo a otra religión (en
este caso, el Hinduismo), pese a que los promotores de la MT
insistan en su neutralidad religiosa. El aprendizaje de la
meditación en sí mismo no plantea problema alguno, pero el objeto o
el contenido del ejercicio determinan claramente si se establece una
relación con el Dios revelado por Jesucristo, o bien con alguna otra
revelación, o simplemente con las profundidades ocultas del yo.
• También hay que prestar el debido reconocimiento a los grupos
cristianos que promueven el cuidado de la tierra como creación de
Dios. El respeto a la creación también debe abordarse creativamente
en las escuelas católicas. Con todo, gran parte de lo que proponen
los elementos más radicales del movimiento ecológico es difícilmente
conciliable con la fe católica. El cuidado del medio ambiente, en
general, es una señal oportuna de una renovada preocupación por lo
que Dios nos ha dado, quizá incluso una señal del necesario cuidado
cristiano de la creación. La « ecología profunda », sin embargo, se
basa con frecuencia en principios panteístas y, en ocasiones,
gnósticos.94
• El comienzo del Tercer Milenio ofrece un auténtico kairós para la
evangelización. Las mentes y los corazones están abiertos como nunca
antes a recibir información seria sobre la visión cristiana del
tiempo y de la historia de la salvación. La prioridad no debería
consistir tanto en poner de relieve las carencias de otros enfoques,
sino más bien regresar constantemente a las fuentes de nuestra
propia fe, para poder ofrecer una presentación adecuada y sólida del
mensaje cristiano. Podemos estar orgullosos de lo que se nos ha
confiado y por eso hemos de resistir a las presiones de la cultura
dominante y no enterrar esos dones (cf. Mt 25, 24-30). Uno de los
instrumentos más útiles de que disponemos es el Catecismo de la
Iglesia Católica. Tenemos también una inmensa herencia de caminos de
santidad en las vidas de los cristianos del pasado y del presente.
Allí donde el rico simbolismo cristiano, sus tradiciones artísticas,
estéticas y musicales es desconocido o ignorado, los cristianos han
de realizar una enorme labor en beneficio propio y, en definitiva,
de todos aquellos que buscan una experiencia o una mayor conciencia
de la presencia de Dios. El diálogo entre los cristianos y las
personas seducidas por la Nueva Era, tendrá mayores garantías de
éxito si tiene en cuenta la atracción que ejercen el mundo de las
emociones y el lenguaje simbólico. Si nuestra tarea consiste en
conocer, amar y servir a Jesucristo, tiene una importancia capital
comenzar con un buen conocimiento de la Sagrada Escritura. Pero,
sobre todo, salir al encuentro del Señor Jesús en la oración y en
los sacramentos, que son precisamente los momentos de santificación
de nuestra vida ordinaria, y el camino más seguro para encontrar el
sentido de todo el mensaje cristiano.
• Tal vez la medida más sencilla, la más obvia y urgente que hay que
tomar, y acaso también la más eficaz, sea aprovechar al máximo las
riquezas de la herencia espiritual cristiana. Las grandes órdenes
religiosas son depositarias de ricas tradiciones de meditación y
espiritualidad, que podrían hacerse más asequibles mediante cursos o
periodos de permanencia en sus casas, ofrecidos a personas con
auténtico espíritu de búsqueda. Esto ya se está llevando a cabo,
pero hace falta ir más allá. Ayudar a las personas en su búsqueda
espiritual ofreciéndoles técnicas ya aprobadas y experiencias de
auténtica oración podría abrir un diálogo que revelaría las riquezas
de la tradición cristiana y tal vez clarificaría en ese mismo
proceso muchas de las cuestiones planteadas por la Nueva Era.
Con una imagen sugerente y directa, uno de los mismos exponentes del
movimiento de la Nueva Era ha comparado las religiones tradicionales
con las catedrales, y la Nueva Era con una feria mundial. El
Movimiento Nueva Era es una invitación a los cristianos para que
lleven el mensaje de las catedrales a la feria que ahora ocupa el
mundo entero. Esta imagen plantea a los cristianos un desafío
positivo, pues cualquier momento es bueno para llevar el mensaje de
las catedrales a la gente de la feria. Los cristianos, en efecto, no
deben aguardar una invitación para llevar la Buena Noticia de
Jesucristo a quienes andan buscando respuestas a sus preguntas, un
alimento espiritual que les satisfaga, el agua viva. Siguiendo la
imagen propuesta, los cristianos deben salir de la catedral,
alimentados por la palabra y los sacramentos, para llevar el
Evangelio a todos los ámbitos de la vida cotidiana. « Ite, Missa est,
Id, la misa ha terminado ». En la carta apostólica Novo Millennio
Ineunte el Padre Santo destaca el gran interés por la espiritualidad
que se descubre en el mundo de hoy día, y cómo las demás religiones
están respondiendo a esta demanda de modo atrayente. A continuación
lanza un reto a los cristianos: « Nosotros, que tenemos la gracia de
creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos
enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación
con él » (n. 33). Para quienes hacen sus compras en la feria mundial
de propuestas religiosas, la llamada del cristianismo se
manifestará, en primer lugar, a través del testimonio de los
miembros de la Iglesia, de su confianza, su calma, su paciencia y su
optimismo, y de su amor concreto al prójimo. Todo ello, fruto de una
fe alimentada en la oración personal auténtica.
7 APÉNDICE
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva Era
Formulación de la Nueva Era segúnWilliam Bloom,1992, citada en
Heelas,p. 225s.:
• Toda vida, –toda existencia– es la manifestación del Espíritu, del
Incognoscible, la Conciencia suprema conocida con diferentes nombres
en tantas culturas distintas.
• El propósito y la dinámica de toda existencia es llevar el Amor,
la Sabiduría, la Iluminación...a su plena manifestación.
• Todas las religiones son expresión de esta misma realidad
interior.
• Toda vida, tal como la percibimos con los cinco sentidos humanos o
con los instrumentos científicos, no es sino el velo externo de una
realidad invisible, interior y causal.
• Igualmente, los seres humanos son criaturas dobles con: (i) una
personalidad exterior temporal, y (ii) un ser interior
multidimensional (alma o yo superior).
• La personalidad exterior es limitada y tiende hacia el amor.
• El propósito de la encarnación del ser interior es atraer las
vibraciones de la personalidad exterior hacia una resonancia de
amor.
• Todas las almas encarnadas son libres de escoger su propia senda
espiritual.
• Nuestros maestros espirituales son aquellos que, liberada su alma
de la necesidad de encarnarse, expresan amor incondicional,
sabiduría e iluminación. Algunos de estos grandes seres son bien
conocidos y han inspirado las religiones del mundo. Otros son
desconocidos y operan invisiblemente.
• Toda vida, en sus diferentes formas y estados, es energía
interrelacionada, e incluye nuestras acciones, sentimientos y
pensamientos. Por tanto, colaboramos con el Espíritu y con estas
energías en la creación de nuestra realidad.
• Aunque sostenidos por la dinámica del amor cósmico, somos
conjuntamente responsables del estado de nuestro propio yo, de
nuestro entorno y de toda vida.
• Durante este periodo de tiempo, la evolución del planeta y de la
humanidad ha alcanzado un punto en que estamos experimentando un
profundo cambio espiritual en nuestra conciencia individual y
colectiva. Por eso hablamos de una Nueva Era. Esta nueva conciencia
es resultado de una encarnación cada vez más lograda de lo que
algunos llaman energías del amor cósmico. Esta nueva conciencia se
manifiesta en una comprensión instintiva de la sacralidad de toda
existencia y, en particular, de su interrelación.
• Esta nueva conciencia y esta nueva comprensión de la
interdependencia de toda vida son el signo de que actualmente está
gestación una nueva cultura planetaria.
Heelas cita (p. 226) la « formulación complementaria » de Jeremy
Tarcher:
1. El mundo, incluyendo la raza humana, es expresión de una
naturaleza divina superior, más completa.
2. Oculto en el interior de cada ser humano, existe un Yo divino
superior, que es la manifestación de esta naturaleza divina superior
y más completa.
3. Esta naturaleza superior puede ser despertada y convertirse en el
centro de la vida cotidiana del individuo.
4. Este despertar es la razón de ser de cada vida individual.
David Spangler citado en Actualité des religions n. 8, septiembre
1999, p. 43, sobre las principales características de la visión de
la Nueva Era, que es:
• holística (globalizadora, porque sólo hay una energía-realidad)
• ecológica (la Tierra, Gaia, es nuestra madre, cada uno de nosotros
es una neurona del sistema nervioso central de la tierra)
• andrógina (el arco iris y el Yin Yang son símbolos NE, que tienen
que ver con la complementariedad de los contarios, especialmente lo
masculino y lo femenino)
• mística (que encuentra lo sacro en todas las cosas, en las más
ordinarias)
• planetaria (las personas deben estar, a la vez, enraizadas en su
propia cultura y abiertas a la cultura universal, buscando amor,
compasión, paz, y el establecimiento de un gobierno mundial).
7.2. Glosario selecto
Androginia: no es hermafroditismo, es decir, la presencia de
características físicas de los dos sexos en una persona, sino una
conciencia de la presencia de los elementos masculinos y femeninos
en cada persona. Se describe como un estado equilibrado de armonía
interior del animus y el anima. En la Nueva Era, es un estado
resultante de una nueva conciencia de este modo doble de ser y
existir característico de todo hombre y de toda mujer. Cuanto más se
difunda, más ayudará a transformar la conducta interpersonal.
Antroposofía: doctrina teosófica popularizada originalmente por el
croata Rudolf Steiner(1861-1925), que abandonó la Sociedad Teosófica
después de ser el dirigente de su rama alemana desde 1902 hasta
1913. Es una doctrina esotérica que tiene por objeto iniciar a las
personas en el « conocimiento objetivo » en la esfera
divino-espiritual. Steiner estaba convencido de que ésta le había
ayudado a explorar las leyes de la evolución del cosmos y de la
humanidad. Cada ser físico tiene un ser espiritual correspondiente,
y la vida terrena está influida por las energías astrales y las
esencias espirituales. Se dice que la Crónica Akasha es una «
memoria cósmica » accesible a los iniciados.95
Canalización (v. Channeling)
Chamanismo: prácticas y creencias vinculadas a la comunicación con
los espíritus de la naturaleza y con los espíritus de los muertos
mediante la posesión ritual del chamán (por parte de los espíritus),
a los que éste sirve de médium. El atractivo de estas prácticas en
los círculos de la Nueva Era se debe a que ponen el acento en la
armonía con las fuerzas de la naturaleza y en la sanación. A ello se
añade también una imagen « romántica » de las religiones indígenas y
de su cercanía a la tierra y a la naturaleza.
Channeling (canalización): los mediums psíquicos sostienen que
actúan como canales de información de otros yoes, normalmente
entidades incorpóreas que viven en otro plano. Pone en relación a
seres tan diversos como maestros excelsos, ángeles, dioses,
entidades colectivas, espíritus de la naturaleza y el Yo Superior.
Conciencia planetaria: esta cosmovisión se desarrolló en los años
1980 para promover el sentimiento de lealtad a la comunidad humana
en lugar de a las naciones, tribus u otros grupos tradicionales.
Puede considerarse heredera de movimientos de comienzos del siglo XX
que promovían un gobierno mundial. La conciencia de la unidad de la
humanidad encaja perfectamente con la hipótesis Gaia.
Cristales: se considera que vibran con frecuencias particulares. De
aquí que sean útiles para la autotransformación. Se utilizan en
varias terapias, así como en la meditación, visualización, el «
viaje astral » o como amuletos de la suerte. Vistos desde el
exterior, no tienen poder intrínseco, sino que son sencillamente
bellos.
Cristo: en la Nueva Era, la figura histórica de Jesús no es más que
una encarnación de una idea, una energía o un conjunto de
vibraciones. Para Alice Bailey, hace falta una gran jornada de
súplica, en la que todos los creyentes logren crear una
concentración de energía espiritual tal que se produzca una nueva
encarnación que revelará a los hombres el modo de salvarse... Para
muchos, Jesús no es más que un maestro espiritual que, como Buda,
Moisés y Mahoma, u otros, ha sido penetrado por el Cristo cósmico.
Al Cristo cósmico también se le conoce como la energía crística
presente en cada ser y en el ser total. Los individuos necesitan ser
iniciados gradualmente en la conciencia de las características
crísticas que tienen. Cristo representa –para la Nueva Era– el
estado más elevado de perfección del yo.96
Eneagrama: (del griego ennéa = nueve gramma = signo) el nombre
designa un diagrama compuesto por un círculo con nueve puntos en su
circunferencia, unidos entre sí por un triángulo y un hexágono
circunscritos. Originariamente se utilizó para la adivinación, pero
recientemente se ha popularizado como símbolo de un sistema de
tipología de la personalidad que consta de nueve tipos
caracterológicos básicos. Se hizo popular tras la publicación del
libro The Enneagram de Helen Palmer,97 pero la autora reconoce su
deuda con el médico y pensador esotérico ruso G. I. Gurdjieff, el
psicólogo chileno Claudio Naranjo, y el autor Óscar Icazo, fundador
de Arica. El origen del eneagrama permanece envuelto en el misterio,
si bien algunos sostienen que procede de la mística sufí.
Era de Acuario: cada era astrológica, de unos 2146 años, recibe el
nombre de uno de los signos del zodiaco, pero los « días grandes »
siguen un orden inverso, de modo que la actual Era de Piscis está a
punto de acabar y se instaurará la Era de Acuario. Cada Era tiene
sus propias energías cósmicas. La energía de Piscis ha hecho de ella
una era de guerras y conflictos. Pero Acuario está destinada a ser
una era de armonía, justicia, paz, unidad, etc. En este sentido, la
Nueva Era acepta el carácter inevitable de la historia. Algunos ven
en la era de Aries la época de la religión judía, en Piscis la del
cristianismo y en Acuario la era de una religión universal.
Esoterismo (del griego esotéros = lo que hay en el interior):
designa generalmente un conjunto de conocimientos antiguos y ocultos
accesible sólo a grupos de iniciados, que se describen a sí mismos
como guardianes de las verdades ocultas a la mayoría de la
humanidad. El proceso de iniciación conduce desde un conocimiento de
la realidad meramente externo, superficial, hasta la verdad interior
y, mediante ese proceso, despierta la conciencia a un nivel más
profundo. Las personas son invitadas a emprender este « viaje
interior » para descubrir la « chispa divina » que hay dentro de
ellas. En este contexto, la salvación coincide con el descubrimiento
del yo.
Espiritismo: si bien siempre ha habido intentos de establecer
contacto con los espíritus de los muertos, se considera que el
espiritismo del siglo XIX es una de las corrientes que desembocan en
la Nueva Era. Se desarrolló en el ambiente de las ideas de
Swedenborg y Mesmer, y llegó a convertirse en una nueva religión.
Madame Blavatsky era una médium, por lo que el espiritismo ejerció
gran influjo en la Sociedad Teosófica, aunque en este caso el acento
recaía en el contacto con entidades del pasado remoto más que con
personas que habían muerto recientemente. Allan Kardec influyó en la
difusión del espiritismo en las religiones afro-brasileñas. En
algunos nuevos movimientos religiosos de Japón se dan también
elementos espiritistas.
Evolución: en la Nueva Era va mucho más allá de la evolución de los
seres hacia formas de vida superiores. El modelo físico se proyecta
sobre el ámbito espiritual, de modo que una fuerza inmanente del
interior de los seres humanos los impulsa hacia formas superiores de
vida espiritual. Se dice que los seres humanos no tienen control
sobre esta fuerza, pero sus buenas o malas acciones pueden acelerar
o retrasar el proceso. Se piensa que la creación entera, incluyendo
la humanidad, avanza inexorablemente hacia una fusión con lo divino.
La reencarnación, naturalmente, ocupa un lugar importante en esta
visión de una evolución espiritual progresiva que, según se dice,
comienza antes del nacimiento y continúa después de la muerte.98
Expansión de la conciencia: si el cosmos se concibe como una cadena
continua de ser, todos los niveles de la existencia –minerales,
vegetales, animales, humanos, seres cósmicos y divinos– son
interdependientes. Se dice que los seres humanos se hacen
conscientes de su puesto en esta visión holística de la realidad
global expandiendo su conciencia más allá de sus límites normales.
La Nueva Era ofrece una enorme variedad de técnicas para ayudar a la
gente a alcanzar un nivel de percepción de la realidad más elevado,
una manera de superar la separación entre los sujetos y entre los
objetos en el proceso cognoscitivo, concluyendo en una fusión total
de lo que la conciencia normal, inferior, ve como realidades
separadas o distintas.
Feng-shui: forma de geomancia, en este caso un método oculto chino
de descifrar la presencia escondida de corrientes positivas y
negativas en los edificios y otros lugares, basada en el
conocimiento de las fuerzas terráqueas y atmosféricas. « Lo mismo
que en el cuerpo humano o el cosmos, en cada lugar se atraviesan
influjos cuyo equilibrio correcto es fuente de salud y de vida
».99
Gnosis: en sentido amplio, una forma de conocimiento no intelectual,
sino visionaria o mística, que se cree revelada y capaz de unir al
ser humano con el misterio divino. En los primeros siglos del
cristianismo, los Padres de la Iglesia lucharon contra el
gnosticismo, por cuanto se oponía a la fe. Algunos ven un renacer de
las ideas gnósticas en gran parte del pensamiento de la Nueva Era,
algunos de cuyos autores de hecho citan el gnosticismo primitivo.
Sin embargo, la acentuación del monismo e incluso del panteísmo o
panenteísmo típica de la Nueva Era lleva a algunos a utilizar el
término neo-gnosticismo para distinguir la gnosis de la Nueva Era
del gnosticismo antiguo.
Gran Hermandad Blanca: Madame Blavatsky afirmaba mantener contactos
con los mahatmas o maestros, seres excelsos que, conjuntamente,
constituyen la Gran Hermandad Blanca. Según ella, eran éstos quienes
dirigían la evolución de la raza humana y orientaban la labor de la
Sociedad Teosófica.
Hermetismo: prácticas y especulaciones filosóficas y religiosas
vinculadas a los escritos del Corpus Hermeticum y a los textos
alejandrinos atribuidos al mítico Hermes Trismegistos. Cuando se
conocieron por primera vez durante el Renacimiento se pensó que
revelaban doctrinas pre-cristianas, sin embargo estudios posteriores
han demostrado que datan del primer siglo de la era cristiana. 100
El hermetismo alejandrino es una fuente fundamental del esoterismo
moderno, con el que tienen mucho en común: el eclecticismo, la
refutación del dualismo ontológico, la afirmación del carácter
positivo y simbólico del universo, la idea de la caída y posterior
restauración de la humanidad. La especulación hermética ha reforzado
la creencia en una antigua tradición fundamental, la llamada
philosophia perennis, falsamente considerada común a todas las
tradiciones religiosas. Las formas elevadas y rituales de la magia
se desarrollaron a partir del hermetismo renacentista.
Holismo: concepto clave del « nuevo paradigma », que pretende
ofrecer una estructura teórica que integra toda la cosmovisión del
hombre moderno. En contraste con la experiencia de una fragmentación
creciente en la ciencia y en la vida cotidiana, se acentúa el «
holismo », el « totalismo », como concepto metodológico y ontológico
central. La humanidad se integra en el universo como parte de un
único organismo vivo, un entramado armonioso de relaciones
dinámicas. Diversos científicos que tienden un puente entre la
ciencia y la religión rechazan la distinción clásica entre sujeto y
objeto, de la que se suele culpar a Descartes y a Newton. La
humanidad forma parte del entramado universal (el ecosistema, la
familia), de la naturaleza y del mundo y debe buscar la armonía con
todos los elementos de esta autoridad cuasi-transcendente. Cuando se
comprende cuál es el propio lugar en la naturaleza, también se
entiende que la « totalidad » y la « santidad » son una misma y sola
cosa. La articulación más clara de este concepto se halla en la
hipótesis « Gaia ». 101
Iniciación: en etnología religiosa es el viaje cognitivo yo
experimental, mediante el cual una persona es admitida,
individualmente o como miembro de un grupo, a través de rituales
particulares, a formar parte de una comunidad religiosa, una
sociedad secreta (p.e. la Francmasonería) o una asociación mistérica
(mágica, esotérico-oculta, gnóstica, teosófica, etc.).
Karma: (de la raíz sánscrita Kri = acción, obra) noción clave en el
hinduismo, jainismo y budismo, cuyo significado no ha sido siempre
el mismo. En el antiguo periodo védico se refería a la acción
ritual, especialmente el sacrificio, mediante la cual una persona
obtenía acceso a la felicidad o a la bienaventuranza en la otra
vida. Cuando aparecieron el jainismo y el budismo (aproximadamente
seis siglos antes de Cristo), Karma perdió su sentido salvífico: el
camino hacia la liberación era el conocimiento del Atman o « yo ».
En la doctrina del samsara, se entendía como el ciclo incesante del
nacimiento y la muerte humanas (hinduismo) o del renacer (budismo).
102 En los ambientes de la Nueva Era la « ley del karma » se concibe
con frecuencia como el equivalente moral de la evolución cósmica. El
Karma no tiene ya que ver con el mal o el sufrimiento –ilusiones que
hay que experimentar como parte de un « juego cósmico »– sino que es
la ley universal de la causa y el efecto, y forma parte de la
tendencia de un universo interrelacionado hacia el equilibrio moral.
103
Mística: la mística de la Nueva Era consiste en volverse hacia el
interior del propio yo más que en una comunión con Dios, que es el «
totalmente otro ». Es una fusión con el universo, la aniquilación
definitiva del individuo en la unidad del todo. La experiencia del
Yo se toma como experiencia de la divinidad, por lo que se debe
mirar hacia dentro para descubrir la auténtica sabiduría,
creatividad y fuerza.
Monismo: doctrina metafísica según la cual las diferencias entre las
cosas son ilusorias. Sólo hay un ser universal único, del cual cada
cosa y cada persona son sólo una parte. En la medida en que el
monismo de la Nueva Era incluye la idea de que la realidad es
fundamentalmente espiritual, es una forma contemporánea del
panteísmo (que rechaza a veces explícitamente el materialismo, en
especial el marxismo). Su pretensión de resolver todo dualismo no
deja lugar a un Dios trascendente, de manera que todo es Dios. Para
el cristianismo se plantea un problema ulterior cuando se suscita la
cuestión del origen del mal. C. G. Jung vio el mal como el « lado
sombrío » de Dios, que, en el teísmo clásico, es todo bondad.
Movimiento del Potencial Humano: desde sus comienzos (Esalen,
California, en los años 1960), se ha convertido en una red de grupos
que promueven la liberación de la capacidad humana innata de
creatividad mediante la realización del yo. Cada vez son más las
empresas que utilizan diversas técnicas de transformación personal
en programas de formación de dirigentes, en definitiva por puras
razones económicas. Si bien las Tecnologías Transpersonales, el
Movimiento por una Conciencia Espiritual Interior, el Desarrollo
Organizativo, y la Transformación Organizativa, se presentan como
no-religiosos, en realidad los empleados de las empresas pueden
encontrarse sometidos a una « espiritualidad » extraña en una
situación que plantea conflictos con su libertad personal. Hay
vínculos evidentes entre la espiritualidad oriental y la
psicoterapia, mientras que la psicología jungiana y el Movimiento
del Potencial Humano han ejercido su influjo sobre el chamanismo y
formas « reconstruidas » del paganismo, como el druidismo y la wicca.
En sentido amplio, el « crecimiento personal » puede entenderse como
la forma que adopta la « salvación religiosa » en el movimiento de
la Nueva Era: se afirma que la liberación del sufrimiento y de la
debilidad humanas se alcanzará desarrollando nuestro potencial
humano, lo cual da como resultado el que nos encontremos cada vez
más en contacto con nuestra divinidad interior. 104
Música New Age: se trata de una industria floreciente. Este tipo de
música suele promocionarse como un medio para alcanzar la armonía
consigo mismo y con el mundo. En parte suele ser música « celta » o
druídica. Algunos compositores New Age sostienen que su música tiene
como objeto tender puentes entre lo consciente y lo inconsciente, lo
cual es especialmente cierto cuando además de melodías hay una
repetición meditativa y rítmica de estribillos clave. Al igual que
otros muchos fenómenos de la Nueva Era, algunas de estas músicas se
proponen como una introducción a este movimiento, pero la mayoría
tiene sencillamente una finalidad comercial o artística.
Neopaganismo: término rechazado con frecuencia por aquellos a
quienes se aplica. Se refiere a una corriente que sigue un trayecto
paralelo al de la Nueva Era y con el cual suele relacionarse. En la
oleada de reacción contra las religiones tradicionales,
especialmente la herencia judeocristiana de occidente, son muchos
los que han vuelto la mirada a las antiguas religiones indígenas,
tradicionales, paganas. Se considera que cuanto precedió al
cristianismo era más conforme al espíritu de la tierra y de la
nación, o que era una forma pura de la religión natural, en contacto
con las fuerzas de la naturaleza, a menudo matriarcal, mágica o
chamánica. Según dicen, la humanidad será más sana si retorna al
ciclo natural de las fiestas (agrícolas) y a la afirmación general
de la vida. Algunas religiones « neopaganas » son reconstrucciones
recientes cuya verdadera relación con las formas originales puede
ser discutible, particularmente en los casos en que están dominadas
por componentes ideológicos modernos como la ecología, el feminismo
o, en casos raros, por los mitos de pureza racial. 105
Ocultismo: el conocimiento oculto (escondido) y las fuerzas de la
mente y la naturaleza se hallan en la base de las creencias y
prácticas vinculadas a una supuesta « filosofía perenne » oculta,
derivada, por una parte, de la magia y la alquimia griega antigua, y
de la mística judía por otra. Se conservan ocultas mediante un
código secreto impuesto a los iniciados en los grupos y sociedades
que conservan el conocimiento y las técnicas que implican. En el
siglo XIX, el espiritismo y la Sociedad Teosófica introdujeron
nuevas formas de ocultismo que, a su vez, han influido en varias
corrientes de la Nueva Era.
Panteísmo: (en griego pan = todo y theós = Dios) la creencia de que
todo es Dios o, en ocasiones, que todo está en dios y dios está en
todo (panenteísmo). Todo elemento del universo es divino, y la
divinidad está presente por igual en todo. En esta visión no tiene
cabida Dios como un ser distinto en el sentido del teísmo clásico.
Parapsicología: trata de cosas como la percepción extrasensorial, la
telepatía mental, la telequinesia, la sanación psíquica y la
comunicación con espíritus mediante médiums o el channeling. A pesar
de las duras críticas de los científicos, la parapsicología ha ido
creciendo y encaja perfectamente en la mentalidad popular de ciertos
sectores de la Nueva Era, según la cual los seres humanos tienen
habilidades psíquicas extraordinarias, aunque con frecuencia en un
estadio poco desarrollado.
Pensamiento Nuevo: movimiento religioso del siglo XIX fundado en los
Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el idealismo, del cual
era una forma popularizada. Se decía que Dios era completamente
bueno y el mal una mera ilusión; la realidad básica era la mente.
Puesto que es la mente la que causa los acontecimientos de la propia
vida, el individuo debe asumir la responsabilidad última sobre cada
uno de los aspectos de su situación.
Pensamiento Positivo: convicción de que las personas pueden cambiar
la realidad física o las circunstancias externas alterando su
actitud mental, pensando de manera positiva y constructiva. A veces
es un modo de percibir conscientemente creencias inconscientes que
determinan nuestra situación vital. A los adeptos del Pensamiento
Positivo se les promete salud, integridad e incluso inmortalidad.
Psicología profunda: la escuela de psicología fundada por C. G. Jung,
antiguo discípulo de Freud. Jung reconocía que la religión y los
temas espirituales eran importantes para la integridad y la salud.
La interpretación de los sueños y el análisis de los arquetipos
fueron elementos clave de su método. Los arquetipos son formas que
pertenecen a la estructura heredada de la psique humana. Aparecen en
los temas o imágenes recurrentes de los sueños, fantasías, mitos y
cuentos de hadas.
Rebirthing: (v. Renacer)
Reencarnación: en el contexto de la Nueva Era, la reencarnación está
vinculada al concepto de la evolución ascendente hasta convertirse
en un ser divino. A diferencia de religiones de la India, o
derivadas de ellas, la Nueva Era concibe la reencarnación como el
progreso del alma individual hacia un estado más perfecto. Lo que se
reencarna es esencialmente algo inmaterial o espiritual; más
exactamente, es la conciencia, la chispa de energía que en la
persona comparte la energía cósmica o « crística ». La muerte no es
sino el paso del alma de un cuerpo a otro.
Renacer: a comienzos de los años 1970, Leonard Orr describió el
renacer (rebirthing) como un proceso mediante el cual a una persona
puede identificar y aislar áreas de su conciencia sin resolver y que
son origen de sus problemas actuales.
Rosacruces: son grupos ocultos occidentales relacionados con la
alquimia, la astrología, la teosofía y las interpretaciones
cabalísticas de la Sagrada Escritura. La Fraternidad Rosacruciana
contribuyó al renacimiento de la astrología en el siglo XX, mientras
que la Antigua y Mística Orden de la Rosae Crucis (AMORC) vinculó el
éxito con una supuesta capacidad para materializar las imágenes
mentales de salud, riqueza y felicidad.
Teosofía: término antiguo, que se refería originalmente a una
especie de mística. Se la ha relacionado con los gnósticos y los
neoplatónicos griegos, con el Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa y
Jacob Boehme. La Sociedad Teosófica, fundada por Helena Petrovna
Blavatsky y otros en 1875 confirió gran importancia al término. La
mística teosófica tiende al monismo, acentúa la unidad esencial de
los componentes espirituales y materiales del universo. Busca
también las fuerzas ocultas responsables de la interacción entre la
materia y el espíritu, de modo que la mente humana y la divina
acaben por encontrarse. Es aquí donde la teosofía ofrece la
redención mística o la iluminación.
Trascendentalismo: movimiento de escritores y pensadores del siglo
XIX de Nueva Inglaterra, que compartían un conjunto idealista de
creencias en la unidad esencial de la creación, la bondad innata de
la persona humana, y la superioridad de la intuición frente a la
lógica y la experiencia para descubrir las verdades más profundas.
La figura principal es Ralph Waldo Emerson, que se apartó del
cristianismo ortodoxo, y a través de los Unitarios pasó a un nuevo
misticismo natural que integraba conceptos del hinduismo con otros
de carácter popular americano, tales como el individualismo, la
responsabilidad personal y la necesidad de triunfar.
Wicca: antiguo término inglés para designar a las brujas, aplicado a
un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia ritual.
Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en
algunos textos eruditos, según los cuales la brujería europea
medieval era una antigua religión natural perseguida por los
cristianos. Con el nombre « the Craft », se extendió rápidamente en
Estados Unidos durante los años 1960, donde se vinculó con la «
espiritualidad de las mujeres».
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
Esalen: comunidad fundada en Big Sur, California, en 1962, por
Michael Murphy y Richard Price, cuyo objetivo fundamental era llegar
a la auto-realización del ser mediante el nudismo, las visiones y la
« medicina suave ». Se ha convertido en uno de los centros más
importantes del Movimiento del Potencial Humano, y ha difundido sus
ideas respecto a la medicina holística en el mundo de la educación,
la política y la economía. Lleva a cabo esta tarea mediante cursos
sobre religión comparada, mitología, misticismo, meditación,
psicoterapia, expansión de la conciencia, etc. Junto con Findhorn,
se le considera el punto clave del crecimiento de la conciencia de
Acuario. El Instituto Soviético-Americano de Esalen cooperó con
funcionarios soviéticos en el Proyecto de promoción de la Salud.
Findhorn: esta comunidad agrícola holística iniciada por Peter y
Eileen Caddy logró el crecimiento de plantas enormes mediante
métodos no convencionales. La fundación de la comunidad Findhorn en
Escocia en 1965 constituyó un importante hito en el movimiento que
lleva la etiqueta de Nueva Era. De hecho « se consideró que Findhorn
encarnaba sus principales ideas de transformación ». La búsqueda de
una conciencia universal, el ideal de la armonía con la naturaleza,
la visión de un mundo transformado, y la práctica del channeling,
todo lo cual son elementos clave del Movimiento de la Nueva Era, se
hallaron presentes en Findhorn desde su fundación. El éxito de esta
comunidad la llevó a convertirse en modelo e inspiración de otros
grupos, tales como las Alternativas de Londres, Esalen en Big Sur,
California, y el Centro Abierto y el Instituto Omega de Nueva York
». 106
Monte Verità: comunidad utópica cerca de Ascona, Suiza. Desde
finales del siglo XIX fue punto de encuentro de los exponentes
europeos y americanos de la contracultura en ámbitos tales como la
política, la psicología y la ecología. Las conferencias Eranos se
vienen celebrando allí todos los años desde 1933, reuniendo a
grandes luminarias de la Nueva Era. Sus anuarios manifiestan
claramente la intención de crear una religión mundial integrada. 107
Resulta fascinante ver la lista de quienes se han reunido en Monte
Verità a lo largo de los años.
8 RECURSOS
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
Juan Pablo II, Alocución a los Obispos Norteamericanos de Kansas,
Missouri y Nebraska en su visita “ad limina”, 28 de mayo de 1993.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la
Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis
Formas), Ciudad del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) 1989.
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones actuales de
escatología,1992, n. 9-10 (sobre la reincarnación).
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones sobre la
teología de la Redención,1995, I29 y II35-36.
Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, Frente
a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el horizonte de la Nueva
Evangelización,1993.
Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of the Spirit? A Catholic
Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994.
Godfried Danneels, Au-delà de la mort: réincarnation et resurrection,
Carta Pastoral, Pascua de 1991.
Godfried Danneels, Le Christ ou le Verseau?
Carta Pastoral, Navidad 1990.
Carlo Maccari, « La ‘mistica cosmica' del New Age », en Religioni e
Sette nel Mondo 1996/2.
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1994.
Edward Anthony McCarthy, The New Age Movement, Instrucción Pastoral,
1992.
Paul Poupard, Felicità e fede cristiana, Casale Monferrato (Ed.
Piemme) 1992.
Joseph Ratzinger, Situación actual de la fe y la teología,
Guadalajara, mayo de 1996, en L'Osservatore Romano (edición
española) 1 de noviembre de 1996.
Norberto Rivera Carrera, Instrucción Pastoral sobre el New Age, 7 de
enero de 1996.
Christoph von Schönborn, Risurrezione e reincarnazione, Casale
Monferrato (Piemme) 1990.
J. Francis Stafford,Il movimento « New Age », en L'Osservatore
Romano (edición italiana), 30 de octubre de 1992.
Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos, Ciudad del
Vaticano (ed.), Sectas y Nuevos Movimientos Religiosos. Antología de
documentos de la Iglesia Católica, Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
8.2. Estudios cristianos
Michel Anglarès, Nouvel Age et Foi Chrétienne, Paris (Centurion)
1992. Trad. esp. Nueva Era y fe cristiana, Madrid 1994.
Raúl Berzosa Martínez, Nueva Era y Cristianismo. Entre el diálogo y
la ruptura, Madrid (BAC) 1995.
André Fortin, Les Galeries du Nouvel Age: un chrétien s'y promène,
Ottawa (Novalis) 1993.
Grupo de Trabajo Ecuménico « Neue Religiöse Bewegungen in der
Schweiz », New Age – aus christlicher Sicht, Freiburg (Paulusverlag)
1987.
Claude Labrecque, Une religion américaine. Pistes de discernement
chrétien sur les courants populaires du “Nouvel Age”, Montréal (Médiaspaul)
1994.
The Methodist Faith and Order Committee, The New Age Movement Report
to Conference 1994.
Aidan Nichols, « The New Age Movement », en The Month, March 1992,
pp. 84-89.
Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine
critica, Ciudad del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) 1999.
Mitch Pacwas.j., Catholics and the New Age. How Good People are
being drawn into Jungian Psychology, the Enneagram and the New Age
of Aquarius, Ann Arbor MI (Servant) 1992.
John Saliba, Christian Responses to the New Age Movement. A Critical
Assessment, London (Chapman) 1999.
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Christen, Mainz (Matthias-Grünewald-Verlag) 1987. Trad. esp.: La
nueva religiosidad, Madrid 1990.
« Theologie für Laien », Secretariado, Faszination Esoterik, Zürich
(Theologie für Laien) 1996.
David Toolan, Facing West from California's Shores. A Jesuit's
Journey into New Age Consciousness, New York (Crossroad) 1987.
Juan Carlos Urrea Viera, « New Age ». Visión Histórico-Doctrinal y
Principales Desafíos, Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
Jean Vernette, « L'avventura spirituale dei figli dell'Acquario »,
en Religioni e Sette nel Mondo 19962.
Jean Vernette, Jésus dans la nouvelle religiosité, Paris (Desclée)
1987.
Jean Vernette, Le New Age, Paris (P.U.F.)
1992.
9 BIBLIOGRAFÍA GENERAL
9.1. Algunos libros de la Nueva Era
WilliamBloom, The New Age. An Anthology of Essential Writings,
London (Rider) 1991.
Fritjof Capra, The Tao of Physics: An Exploration of the Parallels
between Modern Physics and Eastern Mysticism, Berkeley (Shambhala)
1975.
Fritjof Capra, The Turning Point: Science, Society and the Rising
Culture, Toronto (Bantam) 1983.
Benjamin Creme, The Reappearance of Christ and the Masters of
Wisdom, London (Tara Press) 1979.
Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy. Personal and Social
Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarcher) 1980.
Trad. esp. La conspiración de Acuario. Transformaciones personales y
sociales en este fin de siglo, Barcelona (Kairós) 1985.
Chris Griscom, Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the Light
Institute, New York (Simon & Schuster) 1987.
Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México (FCE)
.
David Spangler, The New Age Vision, Forres (Findhorn Publications)
1980.
David Spangler, Revelation: The Birth of a New Age, San Francisco
(Rainbow Bridge) 1976.
David Spangler, Towards a Planetary Vision, Forres (Findhorn
Publications) 1977.
David Spangler, The New Age, Issaquah (The Morningtown Press) 1988.
David Spangler, The Rebirth of the Sacred, London (Gateway Books)
1988.
Trad. esp. Emergencia. El renacimiento de lo sagrado, Barcelona
1991.
9.2. Obras históricas, descriptivas y analíticas
Christoph Bochinger, « New Age » und moderne Religion:
Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Gütersloh (Kaiser) 1994.
Bernard Franck, Lexique du Nouvel-Age, Limoges (Droguet-Ardant)
1993.
Trad. Esp.: Diccionario de la Nueva Era, Estella (Verbo Divino)
1994.
Hans Gasper, Joachim Müllerand Friederike Valentin, Lexikon der
Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe,
Klärungen, edición actualizada, Freiburg-Basel-Vienna (Herder) 2000.
Véase, entre otros, los artículos « New Age » por Christoph
Schorsch,Karl R. Essmanny Medard Kehl,y « Reinkarnation » por
Reinhard Hümmel.
Manuel Guerra Gomez, Diccionario enciclopédico de las Sectas, s.v. «
Nueva Era », Madrid 1998, 617-632.
Manabu Hagay Robert J. Kisala(ed.), « The New Age in Japan », en
Japanese Journal of Religious Studies, Otoño 1995, vol. 22, n. 3 y
4.
Wouter Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture. Esotericism
in the Mirror of Nature, Leiden-New York-Köln (Brill) 1996. Contiene
abundante bibliografía.
Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self and
the Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell) 1996.
Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme)
2000.
Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milano (Il Saggiatore)
1998.
J. Gordon Melton, New Age Encyclopedia, Detroit (Gale Research Inc)
1990.
Elliot Miller, A Crash Course in the New Age, Eastbourne (Monarch)
1989.
Georges Minois, Histoire de l'athéisme, Paris (Fayard) 1998.
Arild Romarheim, The Aquarian Christ. Jesus Christ as Portrayed by
New Religious Movements, Hong Kong (Good Tiding) 1992.
Hans-Jürgen Ruppert, Durchbruch zur Innenwelt. Spirituelle Impulse
aus New Age und Esoterik in kritischer Beleuchtung, Stuttgart (Quell
Verlag) 1988.
Edwin Schur, The Awareness Trap. Self-Absorption instead of Social
Change, New York (McGraw Hill) 1977.
Rodney Starky William Sims Bainbridge, The Future of Religion.
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California Press) 1985.
Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds), Beyond the New Age. Exploring
Alternative Spirituality, Edinburgh (Edinburgh University Press),
2000.
Charles Taylor, Sources of the Self. The Making of the Modern
Identity, Cambridge (Cambridge University Press) 1989.
Charles Taylor, The Ethics of Authenticity, London (Harvard
University Press) 1991.
Edênio Valles.v.d., « Psicologia e energias da mente: teorias
alternativas », en A Igreja Católica diante do pluralismo religioso
do Brasil (III).
Estudos da CNBB n. 71, São Paulo (Paulus) 1994.
World Commission on Culture and Development, Our Creative Diversity.
Report of the World Commission on Culture and Development, Paris
(UNESCO) 1995.
M. York,« The New Age Movement in Great Britain », en Syzygy.
Journal of Alternative Religion and Culture, 1:2-3 (1992) Stanford
CA.
-------------------------------------------------------------------------------
Notas
(1) Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self
and the Sacralization of Modernity. Oxford (Blackwell) 1966, p. 137.
(2) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 164s.
(3) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173.
(4) Cf. Juan PabloII, Carta Encíclica Dominum et vivificantem (18 de
mayo de 1986), 53.
(5) Cf. Gilbert Markuso.p., « Celtic Schmeltic » (1), en
Spirituality, vol. 4, noviembre-diciembre de 1998, no 21, pp.
379-383; y (2) en Spirituality, vol. 5, enero-febrero de 1999, n.
22, pp. 57-61.
(6) Juan PabloII, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona
(Plaza & Janés) 1994, pp. 103-104.
(7) Cf. especialmente Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale
Monferrato (Piemme) 2000.
(8) M. Introvigne, op. cit., p. 267.
(9) Cf. Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milano (il
Saggiatore) 1998, p. 86. La palabra « secta » se usa aquí no en
sentido peyorativo, sino más bien para denotar un fenómeno
sociológico.
(10) Cf. Wouter J. Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture.
Esotericism in the Mirror of Secular Thought, Leiden-New York-Köln
(Brill) 1996, p. 377 et passim.
(11) Cf. Rodney Starkand William Sims Brainbridge, The Future of
Religion. Secularisation, Revival and Cult Formation, Berkeley
(University of California Press) 1985.
(12) Cf. M. Lacroix, op. cit., p. 8.
(13) El curso suizo « Theologie für Laien » titulado Faszination
Esoterik lo plantea con claridad. Cf. « Kursmappe 1 – New Age und
Esoterik », texto acompañado de diapositivas, p. 9.
(14) El término ya aparece en el título de The New Age
Magazine,publicado por el Antiguo Rito Masónico Escocés Aceptado en
la jurisdicción meridional de los Estados Unidos de América,
remontándose a 1900.
Cf. M. York,« The New Age Movement in Great Britain », en Syzygy.
Journal of Alternative Religion and Culture, 1:2-3 (1992), Stanford
CA, p. 156, nota 6.
La datación exacta y la naturaleza del cambio a la Nueva Era son
interpretadas de maneras distintas según los diferentes autores. Las
estimaciones para tal fecha oscilan entre 1967 y 2376.
(15) A finales de 1977, Marilyn Ferguson
envió un cuestionario a 210 « personas comprometidas en la
transformación social », a los que también llama « Conspiradores de
Acuario ». Es interesante lo que sigue: « Cuando se pedía a los
encuestados que dieran el nombre de los individuos cuyas ideas les
habían influido, bien a través del contacto personal, bien por medio
de sus escritos, los más nombrados, por orden de frecuencia, fueron:
Pierre Teilhard de Chardin, C. G. Jung, Abraham Maslow, Carl Rogers,
Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti. También aparecen
mencionados frecuentemente: Paul Tillich, Hermann Hesse, Alfred
North Whitehead, Martin Buber, Ruth Benedict, Margaret Mead, Gregory
Bateson, Tarthang Tulku, Alan Watts, Sri Aurobindo, Swami Muktananda,
D. T. Suzuki, Thomas Merton, Willis Harman, Kenneth Boulding, Elise
Boulding, Erich Fromm, Marshall McLuhan, Buckminster Fuller,
Frederic Spiegelberg, Alfred Korzybski, Heinz von Foerster, John
Lilly, Werner Erhard, Oscar Ichazo, Maharishi Mahesh Yoghi, Joseph
Chilion Pearce, Karl Pribram, Gardner Murphy, y Albert Einstein »:
The Aquarian Conspiracy.
Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles, (Tarcher)
1980, p. 50 (nota 1) y p. 434.
(Trad. esp. La conspiración de Acuario. Transformaciones personales
y sociales en este fin de siglo, Barcelona [Kairós] 1985).
(16) W.J. Hanegraaff , op. cit., p. 520.
(17) Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of Spirit? A Catholic
Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994, capítulo 3.
(18) Cf. La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE,
1995.
(19) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age.
Indagine critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana)
1999, passim, pero especialmente las pp. 11-34. Véase también la
sección 4 más abajo.
(20) Merece la pena recordar la letra de esta canción, que se grabó
inmediatamente en las mentes de toda una generación, tanto en
Norteamérica como en Europa occidental: « When the Moon is in the
Seventh House, and Jupiter aligns with Mars, then Peace will guide
the Planets, and Love will steer the Stars.
This is the dawning of the Age of Aquarius... Harmony and
understanding, sympathy and trust abounding; No more falsehoods or
derision –golden living, dreams of visions, mystic crystal
revelation, and the mind's true liberation.
Aquarius... ».
(« Cuando la Luna esté en la Séptima Casa, y Júpiter se alinee con
Marte, entonces la Paz guiará a los Planetas, y el Amor conducirá a
las Estrellas. Es el amanecer de la Era de Acuario... Abundarán la
armonía y la comprensión, la simpatía y la confianza, no habrá más
engaños ni más burlas: una vida dorada, sueños de visiones, una
revelación mística cristalina, y la auténtica liberación de la
mente. Acuario... »).
(21) Paul Heelas, op. cit., p. 1 y s. La publicación de agosto de
1978 de la Coalición Cristiana de Berkeley lo expresa de este modo:
« Hace exactamente diez años la espiritualidad “funky” a base de
drogas de los hippies y la mística de los yogis occidentales se
limitaban a la contracultura. Hoy día, ambas se han abierto camino
en la corriente fundamental de nuestra mentalidad cultural. La
ciencia, las profesiones de la salud, las artes, por no mencionar la
psicología y la religión, están todas comprometidas en una
reconstrucción fundamental de sus premisas básicas ». Citado en
Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy. Personal and Social
Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarchner) 1980, p. 370 y ss.
(22) Cf. Chris Griscom, Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the
Light Institute, New York, (Simon & Schuster) 1987, p. 82.
(23) Véase el Glosario de términos, § 7.2 Glosario selecto.
(24) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit. capítulo 15 (« The Mirror of
Secular Thought »).
El sistema de correspondencias está heredado claramente del
esoterismo tradicional, pero tiene un significado nuevo para quienes
siguen (conscientemente o no) a Swedenborg. Mientras que para la
doctrina esotérica tradicional cada elemento natural poseía en su
interior la vida divina, para Swedenborg la naturaleza es un reflejo
muerto del mundo espiritual vivo. Esta idea está muy metida en el
corazón de la visión posmoderna de un mundo desencantado y en los
diversos intentos por « re-encantarlo ». Blavatsky rechazó las
correspondencias y Jung relativizó fuertemente la causalidad a favor
de la cosmovisión esotérica de las correspondencias.
(25) W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 54-55.
(26) Cf. Reinhard Hümmel,« Reinkarnation », en Hans Gasper,Joachim
Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen
und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen,
Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, pp. 886-893.
(27) Michael Fuss,« New Age and Europe. A Challenge for Theology »,
en Mission Studies Vol.
VIII-2, 16, 1991, p. 192.
(28) Ibid., loc. cit.
(29) Ibid., p. 193.
(30) Ibid., p. 199.
(31) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de
la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación
cristiana (Orationis Formas), 1989, 14.
Cf. Gaudium et Spes, 19; Fides et Ratio, 22.
(32) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 448s.
Los objetivos están citados según la versión definitiva (1896); las
versiones anteriores subrayaban la irracionalidad del « fanatismo »
y la urgencia de promover una educación no sectaria. Hanegraaff cita
la descripción que hace J. Gordon Meltonde la religión de la Nueva
Era como enraizada en la tradición « oculto-metafísica » (ibid., p.
455).
(33) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 513.
(34) Thomas M. KingSJ, « Jung and Catholic Spirituality », en
America, 3 de abril de 1999, p. 14.
El autor señala que los devotos de la Nueva Era « citan pasajes que
tratan del I Ching, la astrología y el Zen, mientras que los
católicos citan pasajes que tratan de los místicos cristianos, la
liturgia y el valor psicológico del sacramento de la reconciliación
» (p. 12). También incluye una lista de personalidades e
instituciones espirituales claramente inspiradas y guiadas por la
psicología de Jung.
(35) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 501s.
(36) C. J. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, citado en
Hanegraaff, op. cit., p. 503.
(37) Sobre este punto, cf. Michael Schooyans, L'Évangile face au
désordre mondial, con un prefacio del Cardenal Joseph
Ratzinger,París (Fayard) 1997.
(38) Citado en The True and the False New Age.
Introductory Ecumenical Notes, de la Comunidad Maranatha, Manchester
(Maranatha) 1933, 8.10; no se especifica la numeración original de
las páginas.
(39) Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán (il Saggiatore)
1998, pp. 84ss.
(40) Cf. el apartado sobre las ideas de David Spangleren Actualité
des religions n. 8, septembre 1999, p. 43.
(41) M. Ferguson, op.cit., p. 407.
(42) Ibid., p. 411.
(43) « Ser americano... es precisamente imaginar un destino más que
heredarlo. Siempre hemos sido habitantes del mito más que de la
historia »: Leslie Fiedler,citado en M. Ferguson, op. cit., p. 142.
(44) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173s.
(45) David Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988,
p. 14.
(46) P. Heelas, op. cit., p. 168.
(47) Véase el prefacio al libro de Michel Schooyans, L'Évangile face
au désordre mondial, escrito por el Cardenal Joseph Ratzinger, París
(Fayard) 1997.
La cita está traducida del italiano, Il nuovo disordine mondiale,
Cinisello Balsamo (San Paolo) 2000, p. 6.
(48) Cf. Our Creative Diversity. Report of the World Commission on
Culture and Development, París (UNESCO) 1995, que ilustra la
importancia que se confiere a la celebración y promoción de la
diversidad.
(49) Cf. Christoph Bochinger, «New Age » und moderne Religion:
Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Güttersloh (Kaiser) 1994,
especialmente el capítulo 3.
(50) Las limitaciones de estas técnicas que, sin embargo, no son
oración se discuten más adelante, § 3.4. Mística cristiana y mística
Nueva Era.
(51) Cf. Carlo Maccari, « La ‘mistica cosmica' del New Age » ,en
Religioni e Sette nel Mondo 19962.
(52) Jean Vernette, « L'avventura spirituale dei figli dell'Acquario
», en Religioni e Sette nel Mondo 19962, p. 42s.
(53) J. Vernette, loc. cit.
(54) Cf. J. Gordon Melton, New Age Encyclopedia, Detroit (Gale
Research) 1990, pp. xiii-xiv.
(55) David Spangler, The Rebirth of the Sacred, Londres (Gateway
Books) 1984, p. 78s.
(56) David Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988,
p. 13s.
(57) Juan PabloII, Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente (10
de noviembre de 1994), 9.
(58) Matthew Fox, The Coming of the Cosmic Christ. The Healing of
Mother Earth and the Birth of a Global Renaissance, San Francisco
(Harper & Row) 1988, p. 135.
(59) Cf. el documento publicado por el Comité para la Cultura de la
Conferencia Episcopal Argentina Frente a una Nueva Era. Desafío a la
pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización, 1993.
(60) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 23.
(61) Ibid., 3. Véanse las secciones sobre la meditación y la oración
contemplativa en Catecismo de la Fe Cristiana, 2705-2719.
(62) Cf. Orationis Formas, 13.
(63) Cf. Brendan Pelphrey, «I said, You are Gods. Orthodox Christian
Theosis and Deification in the New Religious Movements» en
Spirituality East and West, Pascua 2000 (N. 13).
(64) Adrian Smith, God and the Aquarian Age. The new era of the
Kingdom, Great Wakering (Mc Crimmons) 1990, p. 49.
(65) Cf. Benjamín Creme, The Reappearance of Christ and the Masters
of Wisdom, Londres (Tara Press) 1979, p. 116.
(66) Cf. Jean Vernette, Le New Age, París, (P.U.F.) 1992 (Collection
Encyclopédique Que sais-je?), p. 14.
(67) Catecismo de la Iglesia Católica, 52.
(68) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi,Il Cristo del New Age. Indagine
Critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999,
especialmente las páginas 13-34. La lista de puntos comunes está en
la p. 33.
(69) Credo de Nicea-Constantinopla.
(70) Michel Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán (Il Saggiatore)
1998, p. 74.
(71) Ibid., p. 68.
(72) Edwin Schur, The Awareness Trap. Self-Absorption instead of
Social Change, Nueva York (McGraw Hill) 1977, p. 68.
(73) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 355-383.
(74) Cf. Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the
Self and the Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell) 1996, p.
161.
(75) A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Comisión
Teológica Irlandesa 1994, capítulo 3.
(76) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 3.
(77) Ibid., 7.
(78) William Bloom, The New Age. An Anthology of Essential Writings,
Londres (Rider) 1991, p. xvi.
(79) Catecismo de la Iglesia Católica, 387.
(80) Ibid., 1849.
(81) Ibid., 1850.
(82) Juan PabloII, Carta Apostólica Salvifici doloris sobre el
sufrimiento humano (11 de febrero de 1984), 19.
(83) Cf. David Spangler, The New Age, op. cit., p. 28.
(84) Cf. Juan PabloII, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de
diciembre de 1990) 6, 28, y la Declaración de la Congregación para
la Doctrina de la Fe Dominus Jesus (6 de agosto de 2000), 12.
(85) Cf. R. Rhodes, The Counterfeit Christ of the New Age Movement,
Grand Rapids (Baker) 1990, p. 129.
(86) Helen Bergino.p., «Living One's Truth», en The Furrow, Enero
2000, p. 12.
(87) Ibid., p. 15.
(88) Cf. Paul Heelas, op. cit., p. 138.
(89) Elliot Miller, A Crash Course in the New Age. Eastbourne
(Monarch) 1989, p. 122. Para una documentación sobre la postura
vehementemente anticristiana del espiritismo, cf. R. Laurence Moore,
« Spiritualism », en Edwin S. Gaustad(ed.), The Rise of Adventism:
Religion and Society in Mid-Nineteenth-Century America, Nueva York
1974, pp. 79-103, y también R. Laurence Moore, In Search of White
Crows: Spiritualism, Parapsychology, and American Culture, Nueva
York (Oxford University Press) 1977.
(90) Cf. Juan PabloII, Carta encíclica Fides et Ratio (14 de
septiembre de 1998), 36-48.
(91) Cf. Juan PabloII, Alocución a los Obispos Norteamericanos de
Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska en su visita «ad limina», 28 de
mayo de 1993.
(92) Cf. Juan PabloII, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia
in Africa, 103. El Consejo Pontificio para la Cultura ha publicado
un guía que contiene una lista de estos centros en todo el mundo:
Centros Culturales Católicos (3a edición, Ciudad del Vaticano,
2001).
(93) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, y
§ 3 supra.
(94) Ésta es un campo donde la falta de información puede
desorientar a los responsables de la educación a causa de los grupos
cuya verdadero programa es contrario al mensaje del Evangelio. Es el
caso particularmente de los colegios y escuelas, donde los jóvenes,
llenos de curiosidad y obligados a escuchar constituyen una presa
fácil y un objetivo ideal para el comercio ideológico. Cf. la
llamada de atención en Massimo Introvigne, New Age & Next Age,
Casale Monferrato (Piemme) 2000, p. 277s.
(95) Cf. J. Badewien,Antroposofia, en H. Waldenfels(ed.) Nuovo
Dizionario delle Religioni, Cinisello Balsamo (san Paolo) 1993, p.
41.
(96) Cf. Raúl Berzosa Martínez,Nueva Era y Cristianismo, Madrid (BAC)
1995, p. 214.
(97) Helen Palmer, The Enneagram, Nueva York (Harper-Row) 1989.
(98) Cf. el documento del Comité para la Cultura de la Conferencia
Episcopal Argentina, op. cit.
(99) 2 J. Gernet, en J.-P. Vernantet al., Divination et Rationalité,París
(Seuil) 1974, p. 55.
(100) Cf. Susan Greenwood, « Gender and Power in Magical Practices,
en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring
Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press)
2000, p. 139.
(101) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 198-199.
(102) Cf. C. Maccari, La “New Age” di fronte alla fede cristiana,
LeumannTorino (LDC) 1994, p.168.
(103) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 283-290.
(104) Para un estudio breve pero esclarecedor del Movimiento del
Potencial Humano, véase Elizabeth Puttik,« Personal Development: the
Spiritualisation and Secularisation of the Human Potential Movement
», en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age.
Exploring Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University
Press) 2000, pp. 201-219.
(105) Sobre este último punto, sumamente delicado, véase el artículo
« Neonazismus » de Eckhard Türken Hans Gasper, Joachim Müller,
Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen und
Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen,
Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, p. 726.
(106) Cf. John Saliba, Christian Responses to the New Age Movement.
A Critical Assessment, London (Geoffrey Chapman) 1999, p. 1.
(107) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 195-196. |